Bulliciosa y jovial, monumental pero con un toque decadente, La Habana es una ciudad que derrocha historia, como si se tratase de un libro abierto. Pasear por sus calles, con la mirada atenta, nos permite reconocer cada una de las épocas, batallas y cambios políticos que marcaron el devenir de esta ciudad.
Fundada en 1514 por el español Pánfilo de Narváez, la ciudad ha sido históricamente un importante puerto comercial, cuyos primeros años fueron difíciles debido a las plagas y los constantes saqueos por piratas. Por este último motivo, además de por su situación privilegiada, se construyeron varias fortalezas que no pudieron impedir la conquista de la ciudad por el ejército de Gran Bretaña en el año 1762.
Tras once meses de dominio británico, la ciudad regresó a manos españolas en 1763. En los años siguientes, fruto del importante comercio de azúcar, ron y tabaco, La Habana vivió una época de auge y crecimiento, multiplicando su población y convirtiéndose en una ciudad espléndida y próspera.
En la primera mitad del siglo XX, y debido a la marcada influencia norteamericana, en la ciudad se abrieron numerosos casinos y hoteles. Esto atrajo a numerosos turistas estadounidenses; si bien ello se acompañó también de decadencia, corrupción y presencia de mafias.
A partir de 1959, en que se inició la famosa Revolución, se produjo un gran cambio en la ciudad, con el cierre de numerosos hoteles y de los casinos, en busca de una profunda reforma social.
En la actualidad La Habana es una ciudad en la que podemos disfrutar, a partes iguales, de una variada arquitectura (colonial, neoclásica, art nouveau, art déco…) junto con lugares marcadamente decadentes, que parecen añorar un pasado mejor. En cada calle o plaza podemos recrearnos con algún edificio interesante, cargado de historia.
Si a la historia y la arquitectura le sumamos la música, el ritmo y la pasión, y los mezclamos con un poco de mojito o ron, no cabe la menor duda de que nos encontramos ante una ciudad realmente interesante. Prueba de esto es que la UNESCO, en 1982, nombró a La Habana Patrimonio de la Humanidad.
Coloridos coches antiguos, aparcados cerca del Capitolio.
Índice de contenidos
DATOS PRÁCTICOS
– La mayor parte de los lugares a visitar en La Habana se sitúan en el centro de la ciudad, el cual podemos dividir en Habana Vieja, Centro Habana y Vedado. Son también estas zonas las mejores para alojarse.
– La Habana es una ciudad inmensa, aunque las principales zonas turísticas son perfectamente abarcables caminando. Algunos monumentos, como el Parque del Morro, el Capitolio o la Plaza de la Revolución están bastante alejados de la Habana Vieja y tendremos que usar el transporte público.
– La estación de autobuses de Viazul, desde la que parten las rutas a otras ciudades, también se encuentra lejos del centro.
– Se trata de una ciudad segura, aunque algunas de las calles (en Centro Habana y Vedado) no están demasiado bien iluminadas, lo que infunde un poco de respeto. Los pequeños timos están a la orden del día, así que hay que andar con ojo.
– Como todas las grandes ciudades, podemos pasar muchos días para conocerla al completo. Nosotros estuvimos dos días y medio, los cuales exprimimos al máximo, y nos dejamos alguna cosa por ver. Creemos que un día más no nos hubiera venido nada mal. Os detallamos ahora nuestra estancia en La Habana, día a día.
Plaza de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja.
LA HABANA, PRIMER DÍA: MÍNIMA INTRODUCCIÓN
Llegamos al aeropuerto José Martí, cansados, tras nuestro rocambolesco vuelo Barcelona – Moscú – La Habana (cosas de precios más baratos…). Cambiamos algo de dinero y tomamos un taxi para que nos lleve primero a la estación de Viazul (para comprar algunos billetes de autobús) y luego a nuestro alojamiento. Es imprescindible negociar bien el precio aunque, por estar en el aeropuerto internacional, sabemos que va a estar tremendamente hinchado. Tras unos minutos de conversación, no conseguimos bajar de los 25 CUC.
Llegamos a la casa de renta, nos damos una refrescante ducha y comenzamos a descubrir la ciudad. Estamos muy cansados, así que hoy tocará paseo suave. Por suerte, tenemos el Malecón a tan solo 5 minutos, por lo que recorrerlo mientras vemos atardecer va a ser delicioso.
Nuestro primer contacto con las calles de La Habana. ¿Qué mejor manera de comenzar que pasear por el Malecón?
El día está algo gris, nublado, por lo que el paseo resulta menos idílico de lo esperado. Sin embargo, no nos podemos resistir a buscar un pequeño bar donde tomar un mojito y una piña colada antes de retirarnos, temprano, a dormir. Mañana será otro día y nos tiene que cundir al máximo.
Calles de La Habana.
LA HABANA, SEGUNDO DÍA: CALLEJEANDO POR LA HABANA VIEJA
Ruta, aproximada, realizada este día.
Tomamos un abundante desayuno en nuestro alojamiento y nos disponemos a recorrer la ciudad. A pesar de que la Habana Vieja está bastante lejos, decidimos ir caminando por el Malecón. El camino se hace algo largo, pero merece la pena contemplar a los jóvenes pescadores o a aquellos que simplemente pasean, mientras un sol brillante ilumina con fuerza los antiguos y coloridos coches americanos que circulan por las calles de La Habana.
Jóvenes pescadores en el Malecón.
Una de las calles próximas al Malecón, algo desaliñada.
Así, pues, recorriendo el Malecón llegamos hasta casi el Castillo de San Salvador de la Punta. En ese momento nos separamos de la costa hasta llegar al Museo de la Revolución (entrada 8CUC/pax). En él se cuenta, detalladamente, la historia más reciente de Cuba. También vemos el memorial Granma, donde se expone el famoso barco en el que Fidel Castro llegó a Cuba en 1956. El museo no está mal, aunque tampoco conviene dedicarle un tiempo excesivo, puesto que hay cosas más interesantes que ver hoy.
Llegando al Museo de la Revolución.
¡Bienvenidos a Cuba!
Salimos del museo en dirección al famoso edificio Bacardi, doblando hacia la calle San Juan de Dios para introducirnos en La Habana más profunda, de calles estrechas con edificios coloridos aunque, en ocasiones, algo desvencijados. Pasamos por delante de La Bodeguita del Medio, el archiconocido bar repleto de turistas que disfrutan de la música mientras beben mojitos a precio desorbitado. Contemplamos la situación, pero preferimos seguir la ruta sin entrar a tomar algo.
Escenas cotidianas.
Callejear por Habana Vieja es más que interesante.
La Bodeguita del Medio, el bar más famoso de la ciudad.
Coches fotogénicos, ¿verdad?
Pocos metros más adelante llegamos a uno de los lugares más bellos de La Habana: la Plaza de la Catedral. Rodeada de edificios de estilo barroco cubano, entre los que destaca la catedral del siglo XVIII, es, sin duda, un lugar emblemático de la ciudad. Aquí nos detenemos durante un buen rato a tomar fotografías, algo imprescindible.
Posando con la catedral de fondo.
Bellos edificios de la plaza.
Continuamos paseando por las bonitas calles de San Ignacio y calle Obispo hasta llegar a otro de los puntos de interés, la Plaza de Armas. Se trata de la plaza más antigua de La Habana, y actualmente es uno de los centros de reunión de los lugareños. Mientras los niños juegan, los jóvenes buscan acceso a internet sentados en las aceras y los ancianos reposan en alguno de los bancos de la plaza. Nosotros pasamos un buen rato disfrutando de un espectáculo folclórico de un grupo de Camagüey, quienes realizan bailes muy animados ataviados con unos coloridos trajes.
Instantes de felicidad.
Caminando por la Plaza de Armas.
Espectáculo folclórico en las calles de La Habana.
Tras finalizar el espectáculo, una comparsa dirige a los locales y viajeros por la Calle Mercaderes, de suelo empedrado y que se mantiene fiel a la calle original del siglo XVIII. En ella podemos encontrar numerosos museos y restaurantes, siendo una de las calles más animadas de la ciudad.
Abandonamos la compañía de la comparsa para caminar hasta la cercana Plaza de San Francisco de Asís, puerta de entrada a La Habana para aquellos que llegan en crucero. Nos asomamos al edificio de la Lonja del Comercio, para admirar la arquitectura de su interior (nada llamativo, la verdad). Al entrar, el joven recepcionista nos indica que podemos ascender a la terraza de la 6ª planta para tener unas buenas vistas del centro, previo pago de 1 CUC. Aunque nos parece algo sospechoso este cobro, accedemos a tomar el ascensor para contemplar la plaza desde lo alto. Nada espectacular, aunque las vistas son amplias puesto que estamos en uno de los edificios más altos de esta zona de La Habana.
Plaza de San Francisco de Asís.
La Habana Vieja, contemplada desde las alturas.
Tenemos buenas vistas desde aquí.
Nuestra siguiente parada es en la Plaza Vieja. Construida en 1559, destaca por su colorida arquitectura art nouveau; además, las numerosas terrazas de bares y restaurantes le dan un ambiente interesante.
Mucho ambiente en la Plaza Vieja.
Desde allí regresamos hacia otra de las arterias de la Habana Vieja, la Calle Obispo. Se trata de otra calle peatonal, bulliciosa y repleta de tiendas y restaurantes. La recorremos en su totalidad, en dirección oeste hasta llegar al famoso bar Floridita. En dicho bar, popularizado por el norteamericano Ernest Hemingway, nos sentamos durante un buen rato a probar un daiquiri (6 CUC) mientras disfrutamos de la música en directo.
Las calles del centro de la ciudad están siempre animadas.
Para nuestro siguiente destino necesitamos tomar el transporte público, así que caminamos hasta la cercana Avenida de las Misiones, donde se encuentra la parada del autobús P8. Por 1 peso cubano por persona nos lleva al otro lado de la bahía, donde se encuentra el Castillo de los Tres Reyes del Moro.
A pesar de que para cuando llegamos el castillo ya no se puede visitar (la entrada cuesta 6 CUC), se trata de un lugar excepcional para ver el atardecer sobre las aguas tranquilas del Caribe.
Contemplando un hermoso atardecer, desde el Castillo de los Reyes del Morro.
Tras la puesta de sol nos dirigimos, en aproximadamente 10 minutos caminando, a la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Se trata una gran fortaleza construida en 1774, para proteger a La Habana de los ataques de enemigos o piratas. En la actualidad se puede visitar (entrada 6 CUC/pax; por 8 CUC incluye bebida y acceso al “balcón”, desde donde hay buenas vistas de la ceremonia del cañón). La fortaleza tiene un gran tamaño, por lo que podemos dedicar bastante tiempo a recorrerla, comiendo en alguno de sus restaurantes o visitando sus museos. Pero, sin duda, el evento más famoso en la fortaleza es el del “cañonazo”, que se celebra todos los días a las 21:00 horas. En esta ceremonia, actores vestidos con trajes del siglo XVIII representan el disparo de un cañón sobre el puerto de La Habana. Si bien la ceremonia no es nada del otro mundo, las vistas de la ciudad desde “el balcón” son notables. Además, comprando dicha entrada, nos evitamos las aglomeraciones de turistas que pretenden contemplar la ceremonia a pocos metros de distancia.
Así nos reciben a la entrada de la fortaleza.
Dentro de la fortaleza existen numerosas tiendas, museos y restaurantes.
Contemplando la ceremonia del cañonazo, con vistas nocturnas de La Habana.
Para regresar a La Habana podemos hacerlo en autobús, lo que requiere caminar aproximadamente un kilómetro hasta la parada de autobús (por carreteras poco iluminadas, de noche) o bien tomar un taxi, los cuales están muy solicitados. Nosotros optamos por la primera opción, puesto que el autobús P11 nos deja a pocos metros de nuestro alojamiento.
Ha sido un día largo, así que toca irse a dormir pronto.
LA HABANA, TERCER DÍA. VERSIÓN MAJESTUOSA DE LA CIUDAD
Ruta realizada en el día.
Dormimos en el barrio de Vedado, a pocos metros de la Universidad, uno de los puntos a visitar en La Habana. Es una de las universidades más antiguas de toda América, fundada en 1728. En ella estudian más de 60000 alumnos. La soberbia escalinata que da acceso a los edificios de estilo neoclásico es realmente fotogénica. Podemos pasear por el interior de algunos de los edificios donde los alumnos reales se juntan con algunos timadores caza-viajeros. Se presentan como estudiantes de historia, te muestran y explican durante un buen rato la universidad y luego te convencen para ir a un bar cercano en el que, supuestamente, Fidel Castro celebró la Revolución. Allí sirven bebidas insípidas a precio extremadamente caro, así que no caigáis en la palabrería de esa gente y no hagáis caso, en general, a nadie que os venga con buenas palabras en la Universidad (ya caímos nosotros, con eso basta 😅 ).
Sentados en la imponente escalinata.
Plaza ajardinada en el interior de la universidad.
Un poco mosqueados por haber sido tan pringadillos de caer en un timo tan tonto, decidimos seguir descubriendo la ciudad. Aunque está bastante lejos, optamos por ir caminando hasta la famosísima Plaza de la Revolución. Diseñada en 1920, es una de las plazas más grandes del mundo. En ella destacan:
– Monumento a José Martí: se trata de una torre de más de 130 metros de altura, cuyo interior alberga un museo (de pago, 5 CUC; pago extra por subir al mirador de la parte superior). En la base de la torre se halla una estatua de José Martí, el conocido político y pensador cubano.
Altísima torre del Monumento a José Martí.
– Edificio del Ministerio del Interior: famoso, exclusivamente, por la icónica y enorme imagen del Ché Guevara colocada en su fachada. Bajo la imagen del Ché, su famosa frase “Hasta la victoria, siempre”.
Posando para la foto.
– Edificio de telecomunicaciones: es el edificio colindante al Ministerio del Interior, y en él se representa, de manera similar a la del Ché, la imagen del guerrillero Camilo Cienfuegos.
Aunque menos popular, en la plaza también se halla la efigie de Camilo Cienfuegos.
Llegar a la Plaza de la Revolución de La Habana es uno de los hitos de cualquier viajero. Pocos lugares existen tan grandiosos y emblemáticos, conocidos en el mundo entero. Para hacerse una idea de su tamaño, basta con recordar que en esta plaza se juntaron casi 1 millón de personas con motivo de la visita del Papa Francisco en 2015.
Nosotros contemplamos la enorme plaza boquiabiertos, tratando de inmortalizar el instante en tan significativo lugar con cientos de fotografías. Nos acercamos a la base del Monumento a José Martí (no entramos al museo), puesto que desde allí las vistas de la plaza son las mejores.
Edificio del Ministerio del Interior y de telecomunicaciones, con las caras del Ché y Camilo Cienfuegos.
Desde el Monumento a José Martí podemos contemplar el enorme tamaño de la plaza.
Foto imprescindible para cualquiera que vaya a La Habana.
Tras un largo rato en la plaza, bajo un sol de justicia, es hora de reemprender la marcha. Tomamos el autobús P12 (1 peso cubano/persona), que nos lleva hasta el Parque de la Fraternidad. Desde allí nos separan unas decenas de metros del Capitolio Nacional.
Como bien dice el título de esta entrada, color a raudales.
El Capitolio es, sin lugar a dudas, el edificio más monumental de La Habana. Fue construido en 1929, con un estilo neoclásico; en él destacan, sobre todo, la gran cantidad de columnas y su enorme cúpula, que se eleva hasta los 92 metros de altura. En la actualidad es sede de varios ministerios, así como de la Academia de Ciencias. Se encuentra en proceso de renovación, lo que puede suponer problemas para visitarlo.
Al aproximarnos a tamaño edificio volvemos a quedarnos boquiabiertos. Nos parece una mezcla perfecta entre el Capitolio de Washington, el Panteón de París y la Basílica de San Pedro de Roma (no en vano, el arquitecto se inspiró en estos lugares para construirlo). Impresionante. Por desgracia, el edificio está en obras y no podemos entrar a visitarlo.
Majestuoso el Capitolio, aunque no pudimos visitarlo por estar en obras.
En los alrededores del Capitolio se encuentra la Fábrica de Tabaco y el mítico hotel Inglaterra, en una zona realmente turística llena de coloridos coches antiguos y numerosos viajeros de todas las edades y procedencias. Seguimos por el Paseo Martí, una de las principales avenidas de la ciudad, en la que destacan el Palacio de los Matrimonios y la Escuela de Ballet.
Mirando nuestros próximos destinos en la ciudad.
Paseo Martí, una de las grandes arterias de la ciudad.
Decidimos regresar a la Habana Vieja, en concreto a la Plaza de la Catedral. Ayer estaba cerrada, pero hoy podemos visitar el hermoso edificio de fachada barroca. Su interior, por el contrario, es bastante austero, aunque resulta interesante. Como dato curioso, recordamos que en esta catedral permanecieron los restos de Cristóbal Colon desde 1795 a 1898, en que se trasladaron a Sevilla.
Interior de la Catedral de La Habana.
Para finalizar la tarde en el centro nos acercamos al bar “El chanchullero”, con buenas críticas en internet y alguna guía. En él disfrutamos de unos excelentes mojitos a buen precio y en un ambiente tranquilo.
Antes de ir a dormir echamos un vistazo al curioso Callejón de Hamel, una callejuela estrecha pintada con murales y decorada de manera más que curiosa.
El día a día de La Habana.
El día ha sido largo, y mañana toca madrugar para empezar la ruta por el resto de Cuba, así que hoy vamos temprano a dormir. Hemos aprovechado al máximo nuestro tiempo en la ciudad, por lo que, dentro de lo que cabe, la hemos conocido en profundidad y ha cumplido con las (altas) expectativas que teníamos.
Pronto, en el blog, continuaremos con Cienfuegos.
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