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Cuatro días en Santorini: capital mundial del postureo

Cuatro días en Santorini: capital mundial del postureo

¿Quién no ha oído hablar alguna vez de Santorini? Se trata, quizá, de la más célebre de las islas griegas, conocida por sus atardeceres, su gastronomía y su lujosa oferta hotelera. Siempre animada y bulliciosa, en los últimos años se ha visto popularizada, si cabe más, por el auge de las redes sociales. Así, se podría considerar que Santorini es una de las capitales mundiales del postureo, con todo lo que ello conlleva.
Nuestro paso por la isla nos deja un recuerdo muy grato, no obstante, puesto que pudimos disfrutar de lugares y momentos inolvidables, sin que nos resultara difícil hallar rincones igualmente bellos pero más tranquilos que los clásicos Fira y Oia. Pero, eso sí, el fenómeno del postureo nos llamó bastante la atención.
Hoy te contamos nuestra experiencia durante cuatro días en la isla de Santorini, con todo lo bueno (mucho) y lo malo (poco). ¿Nos acompañas a saber un poco más?

¿Cómo llegar a Santorini?

Santorini es una de las islas más populares del mundo, siendo un destino turístico de primer orden. Por tanto, es una isla excelentemente comunicada con toda Europa y gran parte del mundo.
A Santorini se puede llegar en ferry y en avión:
Avión: Santorini posee un aeropuerto internacional que fue utilizado por más de un millón y medio de viajeros en el año 2021, aunque posee una clarísima estacionalidad: en temporada baja únicamente llegan vuelos desde Atenas, mientras que en temporada alta son casi incontables las aerolíneas que operan tanto vuelos regulares como vuelos charter con destino a Santorini directamente. Las principales ciudades europeas (Madrid, Barcelona, Milán, Roma, Londres, Bruselas, Fránkfurt, París…) tienen vuelos directos en esas fechas. Desde España los vuelos, ida y vuelta, suelen partir de los 200€ en adelante.
Ferry: llegar a Santorini en barco también es una opción bastante habitual, y la que suelen emplear quienes visitan Atenas y Santorini o bien quieren recorrer varias de las islas griegas. Existen varias conexiones diarias desde el Puerto del Pireo, en Atenas; el recorrido tarda, dependiendo del tipo de barco, entre cinco y siete horas y media (45-90€). Desde otras islas vecinas, como Milos, Naxos o Creta, también existen varios barcos diarios.

Llegamos a Santorini. Mucha, mucha, mucha gente en el puerto.

En nuestro caso combinamos las dos opciones: llegamos a Santorini en ferry desde la isla de Milos (unas dos horas, 52,9€ por persona); la vuelta la hicimos en avión desde Santorini a Barcelona, vuelo directo.
Para más información sobre los barcos se puede consultar la página de Blue Star Ferries, Aegean Speed Lines o Sea Jets; existe también un comparador muy práctico.

¿Cómo moverse por Santorini?

La isla de Santorini es grande, de unos 73 kilómetros cuadrados, y con sus lugares de interés repartidos a lo largo y ancho de su geografía. Por tanto, va a ser necesario emplear algún medio de transporte para recorrerla:
Coche de alquiler: la opción más habitual y cómoda para conocer la isla. Las carreteras están en bastante buen estado, aunque son ciertamente reviradas y con frecuentes cambios de rasante, por lo que hay que conducir con precaución. Además, nos cruzaremos con numerosas motos y quads, que en ocasiones no conducen de manera prudente (precaución extra). Existen amplios aparcamientos cerca de las playas y otras zonas turísticas; las localidades de Fira y Oia son más caóticas y no resulta tan sencillo encontrar aparcamiento. Buscar un alojamiento con aparcamiento propio es una sabia decisión si se decide pernoctar en estas poblaciones. Muchas de las empresas de coches de alquiler tienen sus oficinas en el aeropuerto o sus alrededores. El precio parte de unos 50-60€ por día.
Quad: también permite moverse con comodidad por la isla, aunque bien es sabido que son vehículos menos seguros que un coche. El precio parte de los 25-30€ por día.

En Santorini mucha gente se mueve en quad. ¡Precaución!

Moto: versátiles, ligeras y fáciles de aparcar en cualquier lugar, su precio ronda los 20€ por día. Como inconvenientes, son menos seguras (precaución en las reviradas carreteras de la isla) y no permiten transportar grandes equipajes.
Autobús: la principal estación de autobuses de la isla se encuentra en la población de Fira. Desde dicha estación parten, de manera radial, todas las líneas de autobús de Santorini. En las horas centrales del día las frecuencias son buenas, pero los autobuses pueden ir bastante llenos. Las tarifas parten de los 1,6€ por ruta. Toda la información sobre líneas y horarios la puedes encontrar aquí.
Taxi: la manera más cómoda pero también más cara de moverse por Santorini. Hay paradas oficiales en el aeropuerto y en la población de Fira. Para pedir un taxi en cualquier otro lugar se puede llamar al teléfono 0030 22860-22-555.

Conducir un pequeño coche de alquiler es perfecto para conocer Santorini.

En nuestro caso utilizamos el autobús el primer día para llegar desde el puerto de Santorini hasta el hotel, y para el trayecto de Fira hasta el hotel nuevamente. Cómodo y relativamente rápido, aunque atestado de gente en ambas ocasiones. Posteriormente alquilamos coche para recorrer toda la isla, lo cual nos pareció una excelente elección. Nuestro hotel tenía aparcamiento; en caso contrario hubiera resultado muy complicado aparcar cerca del centro de Oia, donde nos alojábamos.
Con respecto a la conducción, no nos pareció tan complicada como en otras islas por las que habíamos conducido: las carreteras estaban bastante bien y el tráfico de motos y quads, si bien era abundante, no nos generó ninguna situación peligrosa.

Nosotros con coche de alquiler.

¿Dónde alojarse en Santorini?

Basta con echar un vistazo a cualquier página web de búsqueda de hoteles: aunque están relativamente dispersos por toda la isla, la mayor parte de alojamientos se encuentran en las turísticas poblaciones de Fira y de Oia. Allí es donde se concentran muchos restaurantes, bares, discotecas y los principales puntos turísticos de la isla.
Aunque la oferta de alojamientos es ingente y variada, Santorini destaca por las lujosísimas villas y hoteles con vistas de ensueño a la caldera, piscinas privadas y todo tipo de detalles. Precios mareantes en muchas ocasiones, accesibles sólo a quienes disponen de un presupuesto casi ilimitado o a quienes desean darse un inolvidable capricho (luna de miel, etc). No obstante, buscando con mimo y eligiendo bien la zona donde alojarse, se pueden encontrar algunos hoteles de bastante calidad a precios menos estratosféricos. Así, poblaciones que no sean Fira u Oia o incluso centrándose en las periferias de dichas poblaciones, algunos hoteles pueden ser adecuados para bolsillos menos potentes.
En nuestro caso, en que no andábamos buscando un hotel de lujo exquisito, sino uno que estuviera bien emplazado y con aparcamiento propio, encontramos el Anemomilos Hotel, a la entrada de Oia. Piscina, habitación amplia y limpia, desayunos deliciosos y comida más que buena, aparcamiento propio…por algo menos de 100 € la noche. Repetiríamos sin dudarlo.

Habitación grande, limpia y cómoda.
Siempre se agradece que el hotel tenga piscina y aparcamiento, este último imprescindible.

¿Dónde comer en Santorini? Platos típicos

Uno de los placeres de cualquier visita a Santorini es su gastronomía. Si ya comentábamos en entradas previas que la comida de Grecia nos fascinó, en Santorini esta se lleva a su máxima expresión. Desde sencillas tabernas donde probar las siempre acertadas ensaladas griegas hasta lujosos restaurantes donde acercarse a la cocina más moderna y experimental, Santorini es una isla imperdible para quienes desean disfrutar de la buena gastronomía.
Pero Santorini también es isla de vinos, con varias bodegas que producen excelentes caldos y que, por otro lado, representan visitas turísticas obligadas para los amantes de estos productos. Muchas de ellas, además, poseen algunos de los mejores restaurantes de la isla.
Con respecto a las comidas que no se deben dejar de probar en la isla, la lista es larga y completa. Berenjenas blancas, alcaparras, tomates, pepinos y habas son algunos de los productos del campo que más se cultivan en la isla y que, por tanto, conformarán buena parte de los platos típicos.
En tu visita a la isla de Santorini no deberías dejar de probar la ensalada griega (con pepino, tomate, alcaparras, queso feta, cebolla y pimiento verde), los dolmades/dolmas (hojas de parra rellenas, generalmente con arroz, menta y algo más), el saganaki (queso, habitualmente feta, frito), el hummus de habas, las  keftedes (albóndigas de calabacín con queso feta), el cordero o el pulpo asado.

Vale, la ensalada griega es un clásico. Pero está tan buena y apetece tanto en los días calurosos…

Aunque, evidentemente, no probamos todos los restaurantes de la isla, algunos de los que nos gustaron fueron los siguientes:
Nick the grill: enclavado en la zona de más ambiente de Fira, es el sitio ideal para tomar algo de comida rápida griega (pitas, kouvlaki…) por precios muy asequibles sin perder un ápice de calidad.
Aroma Avlis: restaurante de precio algo más elevado, situado en el corazón de una de las bodegas de la isla. A destacar la ensalada de sandía y la moussaka.
Cava alta: imprescindible, si el calor lo permite, comer en su terraza, con hermosas vistas de la población de Pyrgos. Comida decliciosa, aunque se agradecerían platos algo más abundantes. Precios moderados.
Hotel Anemomilos: el hotel donde nos alojamos nos sorprendió con un menú variado, abundante y muy rico. Su terraza es agradable, por lo que puede resultar una excelente elección.

Comida rápida, sí, pero es un clásico de Santorini.

¿Qué ver en Santorini?

Santorini es una isla sumamente turística y que, indudablemente, ofrece una miríada de atracciones para quien se acerca a conocerla. Tres o cuatro días consideramos que serían el mínimo para poder disfrutarla sin prisas, que es lo que se merece.
Algunas de las visitas imprescindibles son las siguientes:
Ver el atardecer en Oia: sin duda, la estampa más icónica (y popular) de toda la isla. Miles, literalmente, de visitantes se agolpan cada tarde para contemplar la puesta de sol reflejando sus cálidas tonalidades sobre las cúpulas azules de la población. Romántico, hermoso e inolvidable. El mejor lugar para contemplarlo es junto al castillo, en el extremo oeste de la población; sin embargo, también es donde existen las mayores aglomeraciones de gente.

El atardecer en Oia es fascinante.

Caldera: la isla de Santorini tiene un origen volcánico, y en su interior se puede apreciar a la perfección la forma casi circular de la caldera volcánica de unos doce por siete kilómetros y paredes verticales espectaculares. Asomarse a dichas paredes, desde la localidad de Oia, es la mejor manera de contemplarla.
Bodegas de vino: como adelantábamos antes, en Santorini hay numerosas bodegas de vino que se pueden visitar y que, en general, tienen restaurantes donde probar la deliciosa gastronomía de la isla.
Gastronomía: explicado más arriba, Santorini es una delicia para el paladar. Lo difícil será elegir entre tanta variedad y calidad.

En la Bahía de Amoudi hay numerosos restaurantes donde probar los productos frescos del mar.

Tours en barco: recorrer la caldera en barco, y contemplar las diversas poblaciones que se encaraman en sus laderas es algo simpar.
Trekking de Fira a Oia (o viceversa): existe una ruta senderista que conecta ambas localidades y que, si se camina con las luces del amanecer o el atardecer, resulta ser una experiencia fascinante. Sencilla y sin pasos difíciles, aunque requiere superar una notable distancia y desnivel.

La ruta senderista de Oia a Fira (o viceversa) regala fascinantes panorámicas.

Oia: la principal atracción turística, repleta de tiendas de recuerdos, restaurantes y lujosas villas y hoteles. Sus calles, estrechas y laberínticas, guardan un incontable número de rincones fotogénicos.
Visitar la Bahía de Amoudi: situada bajo la población de Oia, se trata de una pequeña bahía en la que un pequeño puñado de tabernas y restaurantes especializados en pescado y otros productos del mar hacen las delicias de los turistas. Precios algo caros y muy concurrido al atardecer; resultará bastante difícil encontrar aparcamiento para la hora de cenar.

Oia: turística y fotogénica.

Playas: si bien Santorini no destaca especialmente por sus playas, hay tres de ellas que siempre se suelen incluir en las listas de lugares a visitar. Son la playa roja (aspecto volcánico, playa de piedras, entorno salvaje y espectacular), la Playa Perivolos (Black sand beach, una de las más grandes, repleta de tumbonas y sombrillas, con arena negruzca y aguas tranquilas) y la Playa de Kamari (quizá la más popular, 5 km de arena negruzca volcánica y mucho ambiente).
Pyrgos: pueblo de postal, donde perderse callejeando sin rumbo, en busca de rincones casi inexplorados. Lejos del ajetreo de poblaciones como Fira u Oia, un remanso de paz de belleza inigualable.

Hermosos rincones en Pyrgos.

Mirador del Profeta Elías: en la cumbre más elevada de la isla, a 570 metros sobre el nivel del mar, se encuentra una pequeña ermita en honor al Profeta Elías. Se puede acceder en coche hasta la cima, que ofrece una panorámica incomparable de toda la parte sur de la isla.
Emporio: encantadora población que, además de calles con casas encaladas tiene un pequeño barrio de origen medieval con casas marrones y un castillo veneciano.
Ruinas de la Antigua Thera: en el este de la isla se puede visitar este recinto arqueológico habitado, probablemente, desde antes del s IX a.C y excavado a primeros del siglo XX. Si bien el estado de conservación no es nada llamativo, permite hacerse a la idea de la vida en la isla hace casi tres milenios. Abre de 08:30 a 15:00 h (salvo los martes) y la entrada cuesta 6€.

Detalles de la población de Emporio.

Sitio arqueológico de Akrotiri: el más espectacular y visitado de los yacimientos arqueológicos de la isla. En él se puede contemplar un asentamiento de la época minoica en el que destacan viviendas de adobe y algunos espectaculares frescos.
Megalochori: otras de las encantadores poblaciones de la isla, también alejada de la masificación. Bucólicas calles de casas encaladas decoradas con coloridas flores, y una hermosa torre de su iglesia.

En cuanto a belleza, Megalochori no se queda atrás.

Ya sabes que nosotros siempre viajamos por libre, pero si prefieres que las cosas sean un poco más sencillas siempre puedes buscar algunos tours o visitas guiadas por Santorini

Nuestra experiencia en la isla de Santorini

Llegamos al Puerto de Santorini tras algo más de dos horas en el ferry que nos ha traído desde la isla de Milos. El puerto es caótico, con centenares de viajeros y otras tantas personas que les esperan para darles la bienvenida. Agencias de viajes, taxis, coches, autobuses… mucho ruido y ajetreo nada más llegar.
A nuestra derecha encontramos la parada de autobús público, compramos el billete (2 €/persona) y vamos hacia Fira. Allí, en su también ajetreada estación de autobuses, tomamos otro hacia Oia (1,6 €/persona), donde se encuentra nuestro alojamiento.

La estación de autobuses de Fira, siempre hasta arriba de gente.

Dejamos nuestras mochilas, nos damos un rápido baño en la piscina del hotel y nos preparamos para realizar la ruta senderista que une las poblaciones de Oia y Fira.
Si bien se puede realizar en ambos sentidos, muchos la recorren en sentido Fira-Oia; nosotros decidimos caminar en sentido Oia-Fira puesto que con las luces del atardecer es mucho mejor. Comenzamos sobre las seis de la tarde y llegamos un poco más tarde de las nueve a las calles de la animada población de Fira. Recorremos algunas de sus calles, donde todavía se encuentran abiertas las incontables tiendas de recuerdos, hasta llegar al céntrico Nick the Grill, popular local de comida rápida. Tomamos unos gyros mientras contemplamos el animado ambiente y nos acercamos a la estación de autobuses para coger un autobús hasta nuestro hotel. Nos vamos, tras un largo día, cansados a dormir.

No hay mejor manera de comenzar a conocer Santorini que realizando su más popular ruta senderista.


Nos levantamos tarde y desayunamos mucho (y bien) en el hotel. Tomamos el bus en la parada situada junto a la puerta de casa, que nos lleva hasta la estación de autobuses de Fira.
Paseamos por sus calles un par de horas, recorriéndolas sin rumbo y deleitándonos contemplando sus preciosas tiendas y calles. Mucho más tranquilo a estas horas de la mañana que ayer por la noche, desde luego. Una de las paradas obligatorias, y que nos cuesta un rato encontrar, es el aparcamiento situado en la parte alta y que tiene vistas a una coqueta iglesia de cúpula azul y campanario con tres campanas. Se trata de la iglesia de Agios Theodori, construida en 1757, cuya silueta resulta preciosa con el magnífico telón de fondo del mar azul.

Inconfundible iglesia la de Fira.

Paramos unos minutos a picotear algo y volvemos a la estación de autobuses para, desde allí, dirigirnos al aeropuerto. Allí nos recoge una furgoneta de la empresa de alquiler de vehículos y nos lleva a sus oficinas. ¡Con nuestro flamante coche de alquiler nos disponemos a explorar la isla!
Conducimos, en primer lugar, hasta la Playa de Kamari. Dejamos el coche en un amplio aparcamiento, gratuito, muy cercano a la misma y pisamos sus arenas negras, repletas de tumbonas, sombrillas, chiringuitos y mucha gente. Nos apropiamos de dos tumbonas con buenas vistas y, mientras tomamos un delicioso batido de chocolate (precio algo elevado pero nada exagerado) leemos y contemplamos las vistas del mar. Un merecido baño completa este mediodía de playa.

Ajetreada playa de aguas tranquilas.

A media tarde, y dado que no hemos comido en condiciones, decidimos irnos de la playa y darnos el capricho de comer/merendar/cenar (difícil definirlo) en una de las bodegas de la isla. Basándonos en las recomendaciones de unos buenos amigos, optamos por el Aroma Avlis, donde damos buena cuenta de un excelente menú, en el que nos fascina la ensalada de sandía y la moussaka.
Tras ello, regresamos al hotel y salimos a pasear por Oia para ver el atardecer. Conforme nos acercamos al extremo oeste de la población la densidad de visitantes aumenta exponencialmente. Filas de personas recorren las calles donde bullen los comercios y tiendas de recuerdos; todos ellos se dirigen hacia la zona del castillo. Allí, centenares de personas se agolpan en busca de la mejor panorámica del atardecer. El motivo es más que evidente: la panorámica de las casas blancas, algunos molinos y el sol poniéndose por el horizonte es de una belleza simpar.

Muchísima gente para contemplar el atardecer.

Tonos cálidos reflejándose en las casas, luces agradables y sombras tenues, un espectáculo para la vista.
Muchos de quienes se arremolinan en la zona optan por irse en cuanto el sol se esconde tras el horizonte; nosotros preferimos quedarnos puesto que sabemos que esos minutos posteriores son los que ofrecen los mejores colores. Y no nos equivocamos: ya con menos gente podemos inmortalizar esa estampa tanto con nuestra cámara de fotos como con nuestra mente. ¡Precioso!

Los típicos molinos configuran un singular skyline con las luces del atardecer.
La noche cae sobre Santorini.

Ya de noche volvemos a pasear por Oia, muy animada y con las terrazas y restaurantes repletos de gente. Nos vamos temprano a dormir, que mañana será otro largo e interesante día.

Suena el despertador temprano, muy temprano. Queremos disfrutar de Oia con las luces del amanecer, antes de que la muchedumbre se agolpe en busca de sus rincones de postal. Y sí, merece la pena hacerlo puesto que se descubre una población tranquila y agradable, gentil y silenciosa. Nos perdemos por sus calles en busca de esas panorámicas que la han hecho célebre en todo el mundo. No nos cuesta encontrarlas, desde luego, porque casi todas las calles tienen un encanto especial.
Lo que no nos parece encantador es, sin duda, que varios turistas irrespetuosos aprovechen estos momentos tranquilos para acceder a propiedades privadas, ascender a la cúpula de las iglesias u obviar los carteles (grandes y evidentes) de “no pasar”. Las fotografías hermosas versus el respeto al patrimonio. El postureo sin límites versus la tranquilidad de los vecinos. El turista sin reparos versus el viajero responsable. Una actitud reprochable, palpable y muy visible en Santorini, que conviene replantearse.

Respetando las normas también se pueden encontrar rincones pintorescos.
Bien es cierto que mola fotografiarse con estas vistas.

Con un sabor de boca algo agridulce regresamos al alojamiento y damos cuenta de un buen desayuno, con calma.
Tomamos el coche y nos dirigimos al Yacimiento arqueológico de Akrotiri. Pagamos los (quizá excesivos) 12€ de entrada por persona y accedemos al recinto. Cubierto, lo que se agradece para protegerse del siempre asfixiante sol de Santorini, un recorrido predefinido nos invita a descubrir todos los rincones de las ruinas. Y, aunque no están bien conservadas, unos magníficos paneles explicativos nos ayudan a entender todo lo que allí había. Tardamos poco más de media hora en visitarla, a ritmo tranquilo. Quizá no nos fascina la visita (posiblemente prescindible), pero es la principal atracción cultural de la isla.

Interesantes excavaciones en Akrotiri, aunque no nos fascinaron.

Desde allí nos dirigimos, nuevamente en coche, a la Red Beach. Dejamos el coche en el aparcamiento y caminamos durante unos 5-10 minutos por un camino sencillo, pero en el que indican que hay riesgo de desprendimientos (pasamos cerca de acantilados).
La playa es de arena negra, con un fondo de rocas rojizas espectacular. Aunque hay bastante gente en este caluroso día, no nos cuesta mucho encontrar un lugar donde extender nuestras toallas. Refrescándonos y leyendo un buen rato pasamos el resto de la mañana.

Hasta ahí tenemos que caminar. ¡Cuidado con la zona de desprendimientos!

Siguiente parada en la cercana White Beach, a unos diez minutos en coche. El último tramo antes de llegar es por pista sin asfaltar, aunque en condiciones decentes para cualquier vehículo. Aparcamos y bajamos a la playa, repleta de tumbonas y un par de chiringuitos. La playa es de piedrecitas finas negras, y al fondo vemos un acantilado de colores blanquecinos bien bonito. Nos quedamos por allí algo más de una hora.

La roca blanquecina del fondo da nombre a esta coqueta playa.

Tomamos de nuevo el coche para acercarnos a la población de Akrotiri, donde visitamos el castillo (gratis) de parte superior. No muy interesante, aunque ofrece buenas panorámicas del entorno.
De allí partimos hacia Pyrgos, una bella población de casas blancas y múltiples iglesias de cúpulas azules. Subimos también hasta la zona del castillo, poco interesante. Sin embargo, estamos un buen rato callejeando y disfrutando de sus fotogénicos rincones. Agradabilísimo paseo y muy entretenido. De todos los rincones del pueblo, el que nos resulta más llamativo es el de su iglesia, con un esbelto campanario.

¿Encuentras a Paula en la foto?
¡Nos encanta Pyrgos!

Cenamos, muy temprano, en el restaurante Cava Alta de la propia población, que posee una agradable terraza con vistas.
Para contemplar las luces del atardecer ascendemos, en coche, al punto más alto de la isla: el Monasterio del Profeta Elías. Desde allí las vistas son inmensas, abarcando todo el extremo sur de la isla de Santorini.

Toda la isla a nuestros pies.

Regresamos a Oia, dejando el coche en el hotel y saliendo a pasear para tomar un siempre apetecible helado antes de irnos a dormir.

Suena el despertador, aunque tarde, y nos disponemos a desayunar, disfrutando como siempre, en el hotel.
Decidimos pasear un poco por Oia, animado pero sin tanta gente como al atardecer. Comprobamos, otra vez, el ritual del postureo sin ambages, con vestidos imposibles caminando por azoteas y/o cúpulas casi inalcanzables. Leemos de nuevo algún cartel en el que los vecinos piden respeto; pensamos que quizá la gente no los lee o no los quiere leer.

Siempre que se viaja hay que ser respetuosos con los lugareños.

Tomamos el coche y nos acercamos a la localidad de Megalochori. Tranquila, con calles blancas, puertas azules y miles de recovecos fotogénicos. Paseamos con calma, durante algo más de una hora, intentando empaparnos de todos sus detalles.

Azul y blanco, blanco y azul.
Bonitas tonalidades las que regala Megalochori.

Cerca de allí está la población de Emporio, otra de las paradas imprescindibles y más genuinas de la isla. Recorremos su barrio de origen medieval, con callejuelas estrechas y reviradas, sumamente pintoresco.

Las calles de Emporio son una agradable sucesión de sorpresas.

Hoy toca también una pequeña ración de playa, por lo que nos dirigimos a una de las más populares: la Playa de Perissa, también conocida en algunos lugares como Black sand beach. Hace mucha calor, por lo que nos bañamos un buen rato, a pesar de que el agua está menos limpia que en otras playas de la isla.

Otra concurrida playa de Santorini: la playa de Perissa.

Regresamos a Oia y decidimos acercarnos, en coche, hasta el Puerto de Amoudi, situado en la parte baja de los acantilados. Nos cuesta un rato aparcar, puesto que la afluencia de público es notable. Una vez dejamos el coche, paseamos por la coqueta bahía, con buenos restaurantes (algo caros) donde cenar, entre otras opciones, los pulpos que se están secando al sol.

Otro rincón a explorar: la pequeña Bahía de Amoudi.

Vamos al hotel y nos damos un baño en la piscina, antes de degustar una estupenda cena en el propio restaurante del alojamiento. Tras ello damos un agradable paseo por Oia y contemplamos el atardecer, nuevamente, desde el castillo.
Toca recoger las mochilas y prepararnos porque, nada más levantarnos iremos al aeropuerto y regresaremos a casa.
Completísimo viaje por Grecia con un colofón brutal en Santorini. ¡Hasta la próxima!

¡Hasta siempre, Santorini!

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