A todos nos ha pasado alguna vez. Visitamos un país y, por mucho que lo intentamos, no podemos congeniar, no acabamos de “llevarnos bien”, nos cuesta disfrutar al máximo de la estancia allí. Quizá porque no es tal y como lo esperábamos, quizá porque elegimos mal la ruta, o quizá porque tenemos mala suerte con el tiempo, los alojamientos, la comida o las personas que se cruzan en nuestro camino por el país. Sea como fuere, esa es la sensación que tenemos con nuestro viaje a Cuba. Y no, no somos los únicos, conocemos a más gente con unas impresiones similares.
Ya desde un primer momento nos pareció un viaje un poco complicado para hacerlo a lo mochilero, por nuestra cuenta. Desconocemos cómo es un viaje típico a Cuba viendo sólo La Habana y tumbándose en las playas impecables de los resorts de Varadero, pero el moverse por la parte de la isla menos visitada es bastante más complicado, fundamentalmente porque los precios están marcadamente inflados para los viajeros, a lo que hay que sumar una notable rigidez y escasez de transporte, junto con otros detalles que os contaremos a continuación.
Por supuesto que no vamos a valorar las causas de todo ello, ni mucho menos queremos tocar temas que se escapen al mundo del viajero, pero un viaje a Cuba conlleva una serie de peculiaridades que conviene tener en cuenta. Estas son nuestras impresiones:
Dos mundos: siempre que viajamos intentamos conocer la realidad del país, hablando con los lugareños para conocer su modo de vida, comidas, cultura y tradiciones. Esto generalmente no es fácil, puesto que depende de lo extrovertido del viajero, las dificultades del idioma y las diferencias culturales. Pero en Cuba nos pareció realmente complicado (y eso que no teníamos la barrera del idioma), dándonos la impresión de que existían dos mundos que compartían espacio, pero eran inmiscibles: el mundo de los cubanos y el mundo de los turistas. Restaurantes, transporte, tiendas, incluso islas en las que solo había viajeros, y no cubanos. Por otro lado, el contacto con los turistas se reducía a los negocios, siendo muy escasas las conversaciones “sin provecho económico” (ver más adelante).
Ya desde un primer momento nos pareció un viaje un poco complicado para hacerlo a lo mochilero, por nuestra cuenta. Desconocemos cómo es un viaje típico a Cuba viendo sólo La Habana y tumbándose en las playas impecables de los resorts de Varadero, pero el moverse por la parte de la isla menos visitada es bastante más complicado, fundamentalmente porque los precios están marcadamente inflados para los viajeros, a lo que hay que sumar una notable rigidez y escasez de transporte, junto con otros detalles que os contaremos a continuación.
Por supuesto que no vamos a valorar las causas de todo ello, ni mucho menos queremos tocar temas que se escapen al mundo del viajero, pero un viaje a Cuba conlleva una serie de peculiaridades que conviene tener en cuenta. Estas son nuestras impresiones:
Dos mundos: siempre que viajamos intentamos conocer la realidad del país, hablando con los lugareños para conocer su modo de vida, comidas, cultura y tradiciones. Esto generalmente no es fácil, puesto que depende de lo extrovertido del viajero, las dificultades del idioma y las diferencias culturales. Pero en Cuba nos pareció realmente complicado (y eso que no teníamos la barrera del idioma), dándonos la impresión de que existían dos mundos que compartían espacio, pero eran inmiscibles: el mundo de los cubanos y el mundo de los turistas. Restaurantes, transporte, tiendas, incluso islas en las que solo había viajeros, y no cubanos. Por otro lado, el contacto con los turistas se reducía a los negocios, siendo muy escasas las conversaciones “sin provecho económico” (ver más adelante).
Pasando la tarde en una plaza de Cienfuegos. |
Dinero y precios: en Cuba coexisten 2 monedas, el peso convertible (CUC) y la moneda nacional (CUP). Un CUC equivale, aproximadamente, a 25 CUP. Mientras que los lugareños se manejan casi siempre en CUP, los viajeros usan los CUC. Resulta difícil gastar los CUP que cambiemos, únicamente en algún puestecillo ambulante o ventanita. Los precios, evidentemente, están hinchadísimos para los turistas, llegando a ser precios a nivel europeo o incluso superior por comidas, alojamientos o transportes muy sencillos. No recomendamos cambiar más de 5-10 dólares a moneda nacional (CUP), puesto que hay pocas oportunidades para utilizarla y, además, los precios en CUP son siempre mucho más bajos.
En las CADECA (casas de cambio) suele haber largas colas, así que paciencia. |
En las ventanitas podremos gastar nuestra moneda nacional en pequeños tentempiés. |
Internet: el acceso a Internet en Cuba está muy limitado. Únicamente se puede acceder a internet en algunos hoteles y lugares puntuales de las ciudades (parques, oficinas de correos…). Para conectarse a internet es preciso comprar unas tarjetas (ETECSA), que cuestan 1,50 CUC/hora y nos ofrecen acceso a internet a una velocidad bastante lenta. Se puede entrar a las principales redes sociales sin problema. No resulta difícil encontrar los puntos donde hay acceso a internet, puesto que en dichos lugares se amontona la gente buscando la ansiada red; aunque aquí os dejamos el listado completo: http://www.etecsa.cu/internet_conectividad/areas_wifi/ Ojo, las tarjetas también las venden en algunos hoteles, aunque a precio mucho más caro.
Evidentemente, en esta plaza de La Habana hay conexión a internet. |
Tarjeta de internet, válida por una hora. |
La gente: hay de todo. Conocimos a unos pocos cubanos simpáticos y amables, sobre todo gente que nos alojaba, pero también encontramos todo lo contrario… quizá fue esto lo que más nos sorprendió (para mal) en nuestro viaje. Íbamos con la idea de que la mayoría de los cubanos eran gente muy abierta, de carácter latino; simpáticos y risueños. No podemos generalizar y decir que todos sean lo contrario, pero por lo menos con nosotros la cosa fue así. Excluyendo algunas de las casas donde nos alojamos, la conversación era relativamente simpática hasta que veían que no íbamos a comprar/gastar dinero; en ese momento el tono cambiaba radicalmente, volviéndose muchas veces hasta grosero y desagradable. No nos pasó una sola vez, sino que era la tónica habitual. Jamás habíamos sentido tanto esa sensación de ser un “dólar andante”, si no ibas a gastar dinero te volvías invisible. Según nuestra experiencia, casi nadie hizo nada (ni siquiera indicarnos direcciones de lugares) si no le iba a reportar ningún beneficio económico. La mayor decepción, sin duda.
Teresa, la dueña de nuestro alojamiento en Cienfuegos, fue una de las personas más amables que conocimos en el viaje. |
Transportes: para desplazarnos entre ciudades, los viajeros nos movemos en autobuses de la compañía Viazul. En ellos apenas viajan cubanos; y es muy complicado que un extranjero consiga viajar en un autobús de línea para cubanos (los cuales son, evidentemente, mucho más baratos). El precio de los taxis es muy caro (a veces abusivo), los cubanos viajan en coches compartidos a un precio muchísimo menor que los extranjeros. Por último, y lo más reseñable, tanto en La Habana como en Cienfuegos conseguimos montar, no sin dificultad, en un autobús urbano (de los que van repletos de lugareños). En Cienfuegos algunos taxistas recriminaron al conductor del autobús el hecho de que nos dejara subir, puesto que con ello perdían su negocio. Desagradable, de nuevo.
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Otra fila en la oficina estatal de turismo Cubanacan, para intentar contratar taxi a Cayo Jutías. |
Autobús de Viazul, repleto de turistas. |
Los autobuses urbanos también suelen ir repletos, pero de cubanos. |
Baños públicos: existen baños en las estaciones de autobuses y algunos lugares turísticos. En la puerta de todos ellos hay alguna persona que exige una propina por… bueno, por dejarte entrar. Vendría a ser como el “impuesto del pis turístico”. Nos miraron mal las pocas veces que dejamos moneda nacional (CUP) y una vez nos recriminaron de manera algo brusca que dejáramos poco dinero. En general muy sucios todos los baños y sin agua corriente.
Los baños de la estación de autobús Viazul de La Habana eran los más caros y, probablemente, más sucios. |
Atracciones turísticas: gran cantidad de pequeños museos, edificios reseñables, cuevas, lugares naturales… requieren pago a la entrada. Como norma general, el precio es “caro”, sobre todo teniendo en cuenta que muchos de estos lugares no valen nada la pena. El ejemplo más claro: en Camagüey, la “casa natal” de Carlos Juan Finlay (quien estudió la transmisión de la fiebre amarilla por los mosquitos). Echamos un vistazo por fuera y, como tenía buena pinta, decidimos entrar. Pagamos 1 CUC por persona y, nada más entregar el dinero, nos dicen que nada en la casa es original y que ni siquiera los objetos expuestos pertenecen a la época del médico.
Para visitar «El Nicho» también había que pagar, un precio que parecía bastante excesivo para lo que luego ofrecía. |
Timos: otra de las cosas que más nos marcó en el viaje. En algunas ocasiones nos timaron y nos dimos cuenta después, en otras evitamos algún timo porque nos dimos cuenta antes y, probablemente, nos timaron en alguna ocasión sin que nos diéramos cuenta. Desde rocambolescas historias sobre cócteles típicos, intentar contratarnos un taxi para un recorrido de 200 metros, hasta intentar cobrarnos 1 CUC por poner la mochila en el maletero del autobús. Hay que andar con mil ojos y, a pesar de todo, en alguno caeremos. Existe el término jineteros para denominar a aquellas personas que nos pueden intentar embaucar de mil maneras (tu casa de alojamiento está llena/está cerrada, pero yo te llevo a otra… etc). Llegar a la casa donde nos alojamos “acompañados” por uno de estos jineteros puede aumentar el precio del alojamiento o hacer perder dinero a los legítimos propietarios.
Comida y bebida: la comida no es una de las cosas por las que destaca Cuba. Sin embargo, algunos platos como la ropa vieja (un guiso de carne estofada), el arroz moro o la langosta son obligatorios para cualquiera que visite la isla. La langosta, acompañada de arroz y frijoles, nos la sirvieron en un par de alojamientos y estaba deliciosa. Con respecto a la bebida, el ron y el mojito cubanos son mundialmente famosos, motivos no les faltan. En casi todas las ciudades veremos pequeñas ventanitas, donde tomar algún tentempié a precio económico, pudiendo pagar con moneda nacional: pizza, pequeños bocadillos…
La langosta estaba deliciosa en todos los lugares que probamos, y a precio muy bueno. |
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El arroz moro, uno de los platos típicos cubanos. |
Así, pues, respondiendo a la pregunta “¿Es Cuba un país para mochileros?”, la respuesta es complicada, pero nos vamos a atrever con un sí. Es cierto, no va a resultar tan fácil como otros países, pero es posible. Eso sí, tenemos que saber a dónde vamos y conocer y respetar sus peculiaridades; además, tendremos que planear un presupuesto superior al de otros destinos. Pero con un poco de ganas de aventura y paciencia, seguro que lo conseguiremos.
– Pero…chicos de Con Botas y Mochila… tal y como lo contáis, no sé si me apetece mucho ir a Cuba. ¿Merece realmente la pena? – pensaréis.
¡Claro que sí! ¡Merece la pena, y mucho! Es un país con numerosos rincones para descubrir, ciudades llenas de historia, playas preciosas y un clima más que agradable. El resto de curiosidades y peculiaridades hay que vivirlas, ¡porque en eso consiste viajar! En salir de la zona de confort, conocer distintas culturas, actitudes y modos de vida. ¿No os parece?
Pronto, en el blog, el presupuesto para un viaje de 15 días. 😉
¡Claro que sí! ¡Merece la pena, y mucho! Es un país con numerosos rincones para descubrir, ciudades llenas de historia, playas preciosas y un clima más que agradable. El resto de curiosidades y peculiaridades hay que vivirlas, ¡porque en eso consiste viajar! En salir de la zona de confort, conocer distintas culturas, actitudes y modos de vida. ¿No os parece?
Pronto, en el blog, el presupuesto para un viaje de 15 días. 😉
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Por playas como esta no nos queda ninguna duda de que merece la pena conocer Cuba. |
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