
Los Ángeles nos hace pensar en playas, mansiones, fiestas y coches deportivos. También evoca cine, estrellas de Hollywood y mucho glamour. Si quienes estáis leyendo estas palabras habéis visitado ya esta ciudad, quizá estéis de acuerdo con nosotros en que, probablemente, no sea para tanto, que su visita es más mundana y que lo que vemos en las películas está al alcance de muy pocos. Quizá, por eso, a muchas personas Los Ángeles les decepciona.
Sin embargo, también debemos reconocer que, a pesar de que Los Ángeles no es una de nuestras ciudades preferidas, si organizamos bien la visita (y un par de días son más que suficientes) podremos recorrer sus lugares emblemáticos y disfrutar como niños en algunas de sus atracciones más espectaculares. ¿Nos acompañáis?

Índice de contenidos
Pequeña introducción
Fundada en el año 1781 con el nombre de El pueblo de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles del Río de Porcíuncula por el gobernador español Felipe de Neve, la ciudad formó parte de México tras la guerra de la independencia mexicana entre 1821 y 1848, en que se incorporó definitivamente a los Estados Unidos.
Tras la llegada del ferrocarril, a finales del siglo XIX y, sobre todo, con el descubrimiento del petróleo en la zona, Los Ángeles se convirtió en una ciudad próspera y con un rápido crecimiento; ya en 1932 sobrepasaba el millón de habitantes.
Desde la década de 1920 la industria del cine y de la música florecieron en la ciudad, otorgándole fama mundial.
La Segunda Guerra Mundial apenas interrumpió el desarrollo de Los Ángeles, que continuó su marcada expansión y crecimiento en las siguientes décadas.

En la actualidad es una urbe de casi cuatro millones de habitantes (18 millones si contamos toda el área metropolitana), vibrante y cosmopolita, que vive del comercio internacional, el turismo, la aeronáutica y la industria del entretenimiento.
Se encuentra situada al sur de California, en la costa del Océano Pacífico, ocupando una gran extensión (71 x 47 kilómetros) sobre una antigua cuenca sedimentaria. Su localización, en pleno Cinturón de Fuego del Pacífico y próxima a la Falla de San Andrés, le confiere una gran actividad sísmica.
Más de 48 millones de personas la visitan cada año, con la intención de bañarse en sus playas, sentirse una estrella del cine paseando por Hollywood o disfrutar de algunos de sus barrios más característicos. ¡Bienvenid@s a Los Ángeles!

¿Dónde alojarse en Los Ángeles?
Los Ángeles, igual que la mayor parte de las grandes ciudades de los Estados Unidos, tiene una amplia oferta hotelera. Dada su gran extensión, existen diversos barrios donde alojarse, aunque la mayor parte de los visitantes lo hace cerca de los lugares más turísticos. Es importante elegir bien la zona puesto que existen algunos barrios en la ciudad que se consideran inseguros o peligrosos.
Algunos de los barrios más recomendados son:
– Hollywood: sin lugar a dudas, la mejor zona donde alojarse. Segura, bien comunicada y cercana a algunos de los puntos de interés. Es la zona donde se concentran mayor número de hoteles.
– Beverly Hills: este exclusivo barrio es otra de las opciones interesantes aunque, también, algo más cara. Sin problemas de aparcamiento, quizá sea el barrio más seguro de la ciudad.
– Santa Mónica: si buscas estar cerca de la playa, esta es la elección adecuada. Zona comercial, con bastantes restaurantes y tiendas.
– West Hollywood: este barrio residencial puede ser una buena opción, con precios algo más baratos que sus vecinos Hollywood y Beverly Hills.
– Downtown L.A.: aunque quizá no sea la zona más animada de la ciudad, al ser la zona de negocios ofrece una variada (y algo más barata) oferta hotelera. También está bien comunicada.

Hay que tener en cuenta que los hoteles en Los Ángeles, como en otras grandes ciudades de California, suelen tener unos precios bastante elevados. Conviene mirar con antelación para encontrar un hotel bien situado y a precios razonables.
¿Cómo moverse por Los Ángeles?
Los Ángeles es una ciudad gigantesca, atravesada por enormes autopistas de incontables carriles en las que los atascos forman parte de su vida habitual. Debido, en gran parte, a ello, la contaminación es uno de los principales problemas de la ciudad.
Pero, está claro, Los Ángeles es una ciudad en la que moverse en coche resulta razonable. Larguísimas distancias, puntos de interés muy alejados entre sí, amplias carreteras y facilidad para aparcar hacen que la mayor parte de los visitantes se muevan en su vehículo. Y, aunque pueda parecer lo contrario, no resulta difícil circular entre los millones de coches que pueblan sus calles cada día. Conducir por Los Ángeles no nos pareció, ni por asomo, tan complicado como hacerlo por San Francisco u otras de las ciudades que recorrimos a lo largo de nuestro viaje por la Ruta 66 y Costa Oeste. Pero, eso sí, los frecuentes atascos hacen que, en gran parte de las ocasiones, los desplazamientos sean eternos y nos cueste casi dos horas llegar de un punto a otro de la ciudad.
Otra opción es el transporte público, que tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes:
– Metro: en Los Ángeles hay 6 líneas de metro. Aunque conectan algunos de los puntos turísticos de la ciudad (Hollywood, Santa Mónica…), lo cierto es que no abarcan la ciudad entera. Ideal para desplazamientos largos evitando el tráfico, pero quizá no nos permitirá llegar a todos los sitios que nos interesen. Funciona desde las 04:00 h hasta, aproximadamente, las 00:00 h.
– Autobús: existen alrededor de 200 líneas de autobús, que llegan hasta casi cualquier rincón de Los Ángeles. En función del color en que están pintados presentan unas características especiales, que conviene conocer. Así, los naranjas hacen paradas muy frecuentes en casi todas las calles, mientras que los rojos paran sólo en calles principales y están dotados de un sistema que les permite tener prioridad en los semáforos de la ciudad. Conviene recordar que los autobuses también se ven afectados por los atascos, así que en ocasiones los trayectos también serán más largos de lo deseado.
Los billetes sencillos, tanto de metro como de bus, cuestan 1,75$. Se puede adquirir un pase de un día por 7$ o de una semana por 25$. En la página oficial de transporte de Los Ángeles hay muchísima información sobre las rutas y una interesantísima aplicación que ayuda a planificar cómo moverse de un punto de la ciudad a otro, a la cual podéis acceder desde este enlace.

¿Qué hacer y qué visitar en Los Ángeles?
Aunque quizá Los Ángeles no es una de esas ciudades cautivadoras con una gran cantidad de lugares de interés, lo cierto es que existen ciertas visitas que resultan obligatorias. Las más populares son las siguientes:
– Paseo de la fama de Hollywood: recorrer el tramo más famoso de Hollywood Boulevard es imprescindible en una visita a L.A. Fue creado en 1958 para homenajear a las estrellas del cine, la televisión y la música. En la actualidad son más de 2600 las placas con forma de estrellas rosas colocadas en esta transitada calle en la que, además de miles de turistas, hay un buen puñado de imitadores de personajes famosos (desde algunos realmente parecidos a supermanes realmente fondones) que intentan ganarse un dinero tomándose fotografías con el visitante curioso. Quizá algo agobiante y menos glamuroso de lo que uno se imagina. Por allí se encuentra también el Teatro Chino, donde se estrenan las grandes producciones cinematográficas y en cuyo exterior podemos ver las huellas (de manos y pies) de algunos de los actores y actrices más famosos del mundo.

– Cartel de Hollywood: situado en la ladera de una colina desde el año 1923, es el emblema de la ciudad. Aunque mucha gente intenta, con más o menos éxito, acercarse al máximo para fotografiarse junto a él, lo cierto es que los mejores miradores (como el Observatorio Griffith o el centro comercial de Hollywood Boulevard) están bastante alejados del mismo.
– Observatorio Griffith: se encuentra en lo alto de una colina, y ofrece las mejores vistas de la ciudad. Se puede visitar (entrada gratuita), aunque la mayor parte de la gente que asciende hasta allí lo hace para contemplar el atardecer. Se ha popularizado bastante en los últimos tiempos, por lo que puede ser casi misión imposible encontrar aparcamiento a determinadas horas del día.
– Parque de Universal Studios: para nosotros fue, con diferencia, lo que más nos gustó de nuestra visita a Los Ángeles. Se trata de un parque temático en el que, además de realizar un tour por los escenarios de algunas películas míticas (Tiburón, Psicosis…), se puede disfrutar de una gran cantidad de atracciones con un cuidadísimo contenido audiovisual ambientadas en Harry Potter, Los Simpson (¡es como estar caminando por el verdadero Springfield!), Jurassic Park o The Walking Dead. Si se quiere pasar un día realmente divertido, esta es una elección perfecta. El precio de las entradas parte de los 109$ por persona.

– Beverly Hills y Rodeo Drive: Rodeo Drive es la calle más popular de este exclusivo barrio residencial, donde se encuentran lujosas tiendas frecuentadas por famosos y estrellas de cine. Aunque quizá sea un mundo alejado al del viajero común, puede ser una visita curiosa.
– Muelle y Playa de Santa Mónica: amplias playas de arena dorada con un muelle de madera construido en 1916, sobre el cual se asienta un parque de atracciones con su célebre noria. Uno de los iconos de la ciudad, animado a todas horas y desde el cual contemplar un hermoso atardecer.
– Downtown: el centro financiero de la ciudad destaca por sus grandes rascacielos de cristal. En este barrio se pueden visitar el Ayuntamiento (entrada gratuita), el Walt Disney Center Hall y la Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles, de moderna construcción.
– Little Tokyo: el barrio japonés de Los Ángeles, ideal para las compras o para disfrutar de su gastronomía.

Nuestra experiencia en Los Ángeles
Llegamos a la ciudad de Los Ángeles desde el norte, tras haber recorrido en los días anteriores la costa de California. A pesar de circular por autopistas de cuatro, cinco o más carriles, nos recibe uno de los habituales atascos. Así que paciencia y a avanzar lentamente. Por suerte, en cuanto nos desviamos de la carretera principal, el tráfico se vuelve más fluido.
Es media tarde, por lo que queremos aprovechar lo que nos queda de día. Nuestro primer destino es el Paseo de la Fama de Hollywood. Esta famosa calle está atestada de gente, por lo que aparcar allí resulta, a todas luces, imposible. Sin embargo, muy cerca de allí se encuentra el gran centro comercial Hollywood & Highlands, cuyo aparcamiento cuesta tan solo 2$ por dos horas si sellan el tíquet en alguna de sus tiendas (podéis comprar algún refresco, agua, etc…).
Este gran centro comercial de varias plantas también nos permite tener una buena panorámica del célebre cartel de Hollywood, situado en las laderas de una de las colinas de la ciudad.

Tras las obligatorias fotos con el cartel de fondo, nos acercamos a Hollywood Boulevard, donde se halla el Paseo de la Fama. Una muchedumbre camina a ritmo cansino, deteniéndose cada pocos metros para fotografiar la estrella de sus actores preferidos, sorteando a personas disfrazadas de superhéroes (con poco éxito: Superman con tripa, Batman con sobrepeso…). Esperábamos algo más logrado en esta calle, la verdad.
Nos acercamos también a la entrada del Teatro Chino, donde contemplamos las huellas de algunos actores y actrices míticos.


Algo decepcionados por esta visita, tomamos nuevamente el coche para llegar hasta el Observatorio Griffith, con la idea de poder deleitarnos con sus fabulosas vistas al atardecer.
Al parecer, no somos los únicos. Miles (literalmente) de coches hacen fila para subir la serpenteante carretera que lleva hasta la cima. A pesar de los numerosos aparcamientos habilitados en los alrededores, todos ellos están llenos. Nos cuesta más de una hora subir y bajar la colina, sin poder siquiera detenernos cinco minutos a contemplar el paisaje. Sabíamos que era un lugar muy concurrido, pero posiblemente tras el estreno de la película La La Land, la cosa se ha vuelto más complicada…
Hoy dormimos en casa de unos familiares, que nos acogen de maravilla (¡mil gracias!) y nos llevan a un restaurante donde disfrutamos de una cena deliciosa.

Suena el despertador temprano, puesto que hoy queremos dedicar todo el día a visitar el Parque de Universal Studios; nos lo han recomendado y tenemos muchas ganas de conocerlo.
La entrada, adquirida previamente por internet, son 105$ (120$ en taquilla), a los que hay que sumar los 25$ del aparcamiento más barato.
El parque abre de 09:00 a 18:00 horas, por lo que nosotros estamos en la entrada un poco antes de su apertura. Provistos de una mochila con comida y agua (no hay problema en entrarla), nos disponemos a visitarlo en profundidad.
Nada más entrar tenemos la sensación de que va a ser un día la mar de divertido.
A nuestra derecha hay una zona ambientada en los mundos de Harry Potter; bajo un castillo grandioso caminamos entre casas con todo lujo de detalles. Algunas de ellas son tiendas, otras restaurantes y otras atracciones de todo tipo.

Un poco más adelante llegamos a la localidad de Springfield, por la que nos encontramos a un buen puñado de los personajes de los Simpson. El nivel de detalle es tal que vemos todos los edificios míticos de la serie, incluso podemos tomar una cerveza Duff en el bar de Moe o una Krusty Burger en una colorida hamburguesería. ¡Nos encanta caminar por aquí, cada pocos metros hay una nueva sorpresa!



Cerca del mediodía decidimos realizar la visita por los estudios, la cual se hace en un trenecito que circula entre los diferentes platós y escenarios de películas. Las explicaciones son más que interesantes, en algún momento vemos cómo se producen algunos efectos especiales de las películas, y también pasamos por los decorados de algunas películas míticas, como Tiburón o Psicosis. Merece mucho la pena esta visita.


Tras ello regresamos a la zona de las atracciones, por lo que volvemos a la adrenalina. Cabe destacar que la mayor parte de las atracciones tienen un gran contenido audiovisual pero, salvo alguna excepción (La Momia, Jurassic Park, Transformers…), no son atracciones muy movidas o que puedan impresionar a quienes tienen miedo a las montañas rusas, las alturas o la velocidad.
Paramos a comer en el Krusty Burguer donde, aparte de la decoración curiosa y perfectamente cuidada, las hamburguesas no están nada mal (aunque, quizá, un poco caras).


Después de comer vemos un espectáculo de efectos especiales en un grandioso teatro, muy entretenido.
Por la tarde seguimos descubriendo todos los rincones del parque, montándonos en casi todas las atracciones (o quizá todas, porque nos cunde mucho el día). Aunque algunas son muy breves y sencillas, otras son, realmente, espectaculares. Por suerte no tenemos tiempos de espera muy largos, y las filas se amenizan con una cuidada historia introductoria a la atracción en las múltiples pantallas de los edificios.

Con las últimas luces del día salimos del parque, cansados pero entusiasmados.
De camino a casa decidimos parar en Randy’s Donuts, una mítica tienda donde comprar los famosos y deliciosos dulces. A pesar de su fama y sus habituales colas para pedir, los precios son buenísimos (1$ por pieza, el tamaño es bastante grande y ¡están buenísimos!).
Cenamos algo y nos vamos temprano a dormir, que ha sido un día largo.

Último día del viaje, así que hay que aprovecharlo al máximo.
Salimos rumbo al Muelle de Santa Mónica, otro de los lugares míticos de la ciudad. Damos un buen paseo por el muelle (el Pier), donde se encuentra el famoso parque de atracciones con su gran noria. A ambos lados tenemos las Playas de Santa Mónica, de arena dorada. En las pocas sombras de la playa algunas personas sin hogar dormitan mientras los servicios de limpieza recogen y limpian la playa. Contrastes.

En el propio muelle nos detenemos un buen rato a tomarnos fotografías en el cartel del fin de la Ruta 66, mítica carretera que hemos recorrido casi en su totalidad en las tres semanas previas. ¡Sueño cumplido!

Para finalizar la mañana nos acercamos a Venice Beach, por cuyos canales paseamos un buen rato, hasta llegar a la popular Muscle Beach, con sus gimnasios al aire libre, desiertos a estas horas.

Nos toca ir al aeropuerto para poner punto y final a esta aventura recorriendo una gran parte de los EEUU, desde las vastas llanuras de los primeros días de la Ruta 66 hasta la grandiosidad de los parques nacionales, pasando por las interesantes ciudades y pueblos del camino.
Han sido tres semanas inolvidables, ¡hasta la próxima!
