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En el corazón del Triángulo Cultural de Sri Lanka (I): Polonnaruwa y Dambulla

En el corazón del Triángulo Cultural de Sri Lanka (I): Polonnaruwa y Dambulla

En las amplias llanuras de Sri Lanka, al norte de las tierras altas y sus campos de té, se hallan los restos de un pasado memorable, en el que antiguas civilizaciones se afincaron en la isla y  establecieron sus reinos, creencias y, por ende, su magnífica arquitectura.
El famoso Triángulo Cultural de Sri Lanka corresponde a un área situada entre las ciudades de Kandy, Polonnaruwa y Anuradhapura; donde proliferan los restos arqueológicos de estas antiguas y gloriosas civilizaciones.
Aunque mucha gente conciba Sri Lanka como un destino de playa, su profusa riqueza cultural y patrimonial la convierte en una isla muy completa e interesante. Prueba de ello es que concentra un gran cantidad de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO, 8 en total. La mitad de ellos se sitúan dentro de este famoso Triángulo Cultural (Sigiriya, Kandy, Anuradhapura y Polonnaruwa), lo que justifica la gran afluencia de viajeros que se acercan a visitar estos antiguos restos arqueológicos.
Las principales ciudades, sobre todo Anuradhapura y Polonnaruwa cubren una extensión enorme, lo que hace imposible recorrerlas a pie. Visitarlas en tuk tuk o en bicicleta (opción que, como sabéis, a nosotros nos encanta) son las mejores elecciones.

La bicicleta es el medio de transporte ideal para recorrer las grandes extensiones de Anuradhapura y Polonnaruwa.
La entrada a los restos arqueológicos es cara (más de 20-25€ por persona y ciudad), pero sin duda merece mucho la pena.
A pesar de que la información en internet es abundante y muy detallada, merece la pena destacar los lugares más importantes del Triángulo Cultural de Sri Lanka:
Anuradhapura: una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo. Se cree que fue fundada en el siglo IV a.C por el príncipe Pandukhabaya, siendo la capital del Reino de Sri Lanka hasta bien entrado el siglo IX d.C. Fue la ciudad desde la que se propagó el budismo (siglo III a.C.) hacia el resto de la isla, marcando el devenir del país hasta la actualidad. Como consecuencia de dicha religión, fueron numerosos los templos, dagobas, palacios y estanques que se construyeron; en la actualidad una visita de, al menos, media jornada es necesaria para recorrer la mayor parte de estos antiguos monumentos, situados en un área de una enorme extensión. La entrada cuesta 25$, aunque no toda la ciudad antigua es de pago; solo hay que pagar entrada en algunos monumentos. Los lugares más destacados son el Sri Maha Bohdi (árbol de más de 2000 años considerado como el auténtico árbol de la iluminación, según los budistas), el Museo Arqueológico, las dagobas de Ruvanvelisaya, Jetavanarama y Thuparama o el monasterio de Isurumuniya. Aunque algunos la consideran la “hermana fea” de Polonnaruwa, otros la estiman imprescindible en cualquier visita a Sri Lanka. Nosotros, por falta de tiempo, nos pudimos visitarla, así que lo dejamos a vuestra elección. Tenemos claro (clarísimo) que si volvemos a Sri Lanka, Anuradhapura será una de nuestras primeras paradas.
Polonnaruwa: probablemente la colección más impresionante de templos antiguos de toda Sri Lanka se encuentra en esta ciudad, que fue capital del reino cingalés en los siglos  XI y XII. Las ruinas se hallan al norte de la ciudad nueva, en las proximidades del gigantesco lago artificial Parakrama Samudra (construido en el siglo XII). En la actualidad se puede visitar el gran complejo de ruinas que abarca una longitud de casi 9 kilómetros, idealmente en bicicleta (las alquilan en el pueblo) o contratando un tuk tuk.  Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, y constituye una de las visitas más interesantes que podamos realizar en Sri Lanka; las ruinas son más espectaculares y están mejor conservadas que las de Anuradhapura. Dentro de su amplia lista de templos y ruinas, destacan el Cuadrángulo (que engloba el Thuparama gedige, el Vatadage, Hatadage, Atadage, Satmahal Pradasa y el Gal Pota – libro de piedra-); la dagoba Kiri Vehera (la mejor conservada) y los fabulosos budas esculpidos en piedra de Gal Vihara. Todo esto lo describiremos con detalle más adelante.
Preciosas estatuas de Buda, en el Gal Vihara de Polonnaruwa.
Sigiriya: quizá el lugar que más nos sorprendió de todo el viaje. En medio de una amplia llanura emerge, alcanzando una altura de 180 metros sobre el entorno, una fabulosa roca granítica (La Roca del León/Lion’s rock), resultado de una antigua erupción volcánica. Aunque se cree que la zona fue habitada ya desde hace 5000 años; se sabe que algunas cuevas próximas a la gran roca fueron utilizadas como monasterio allá por el siglo III. Sin embargo, según la leyenda, fue el rey Kassapa quien, en el siglo V, tras asesinar a su padre y desterrar a su hermano, decidió establecer la capital de su reino en Sigiriya y construir una fortaleza palaciega en la cima de la roca para protegerse de la probable venganza de su hermano. Dicha venganza llegó unos años más tarde, y Kassapa finalizó sus días suicidándose con su propia espada. Tras la muerte de Kassapa la capital del reino se trasladó a Anuradhapura; mientras que la imponente fortaleza se convirtió en un monasterio budista, abandonado en el siglo XIV (*Otras teorías recientes creen que las ruinas correspondieron únicamente a monasterios budistas desde el siglo III y que tuvieron su apogeo en el siglo X). Sea como fuere, con el paso de los años la jungla fue devorando el palacio, que cayó en el olvido. En el año 1898 el explorador británico Harry Charles Purvis Bell redescubrió la gran roca, y John Still la exploró en su totalidad en el año 1908, dando a conocer al resto del mundo los grandes hallazgos arqueológicos de la gran roca. En la actualidad Sigiriya es Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO (desde 1982) y constituye, probablemente, el lugar más visitado de Sri Lanka.
La gran roca de Sigiriya, en cuya parte superior se halla un impresionante conjunto arqueológico.
Dambulla: las célebres cuevas budistas de Dambulla (Royal Rock Temple) también están incluidas en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Se trata de 5 cuevas cuyas pinturas y estatuas de Buda (unas 150) datan del siglo I d.C; aunque han sido restauradas en varias ocasiones. Son las cuevas religiosas mejor conservadas de toda la isla, siendo parada obligatoria en nuestro recorrido por el Triángulo Cultural de Sri Lanka.
Como veis, se trata de la zona más cultural de Sri Lanka, a la que debemos dedicar al menos 2 o 3 días. En nuestro caso decidimos tener nuestro “campo base” en Dambulla, hospedándonos en el Dignity Villa (recomendadísimo); desde allí podíamos hacer las excursiones en el día a Polonnaruwa y Sigiriya, ambas a aproximadamente una hora en transporte público. 
Detalle del interior de una de las cuevas de Dambulla.

Polonnaruwa

Llegamos a media tarde a Dambulla, donde tenemos un rato para descansar y cenar bien en uno de los restaurantes para lugareños, de esos que apenas eligen los viajeros. Nos recomiendan el Benthota, situado junto a la carretera y en cuya planta baja podremos disfrutar de auténtica comida ceilanesa en un ambiente totalmente local. Aunque el restaurante tenga un aspecto algo descuidado, el kottu y los egg hoppers que nos sirven los recordaremos durante mucho tiempo.
Con la tripa llena (muy llena), nos vamos a dormir, que mañana nos espera un largo día.
El kottu del Benthota. Tan delicioso como enorme y rico en calorías. De los mejores que probamos, sin lugar a dudas.

Suena el despertador a las 06:30 y, tras un buen desayuno, nos dirigimos al centro del pueblo en busca del autobús que vaya en dirección a Polonnaruwa. Preguntamos a un lugareño y enseguida montamos en el autobús adecuado.
El trayecto, directo, hasta Polonnaruwa nos lleva casi una hora y media, y cuesta 90 rupias por persona. Descendemos en dicha localidad y, justo enfrente de la parada de autobús, encontramos un lugar donde alquilan bicicletas. Regateamos durante unos breves minutos hasta conseguir las 2 bicicletas por 400 rupias, no está mal. Ahora a recorrer el enorme complejo de ruinas montados en estas vetustas bicis; en un primer momento pueden resultar incómodas pero son la mejor manera de descubrir Polonnaruwa por libre.
Mapa esquemático de Polonnaruwa. El norte está a la derecha.
En primer lugar nos acercamos al punto de información, situado en la entrada del museo, donde compramos las entradas (25$ o 3750 rupias por persona). Se encuentra próximo al gran embalse de Parakrama Samudraya, cuya construcción se inició hace más de 1500 años.
Muy cerca de allí encontramos las primeras ruinas que, aunque no son demasiado espectaculares, merecen ser visitadas. Están bien como pequeña introducción a lo que viene después.
Uno de los primeros conjuntos de ruinas que visitamos, sencillo pero no por ello menos interesante.
Montamos de nuevo  en las bicicletas para tomar la carretera en sentido norte durante aproximadamente medio kilómetro hasta llegar a la entrada principal del recinto arqueológico. Una vez dentro, y ya por camino de tierra, nos desviamos a la derecha hasta llegar al grupo de ruinas del Palacio Real. Nos llaman poderosamente la atención los gruesos muros del palacio de Parakramabahu I, un edificio fabuloso formado por más de 50 habitaciones.
Palacio Real, con sus gruesos muros.
Además de agua, recomendamos protección solar a tope, que el sol pega con fuerza…
Algo más allá se encuentra la pequeña piscina denominada Kumara Pokuna. Pero, sin lugar a dudas, el edificio más atractivo es la magnífica Sala de Audiencias, con sus laterales decorados con figuras de elefantes y leones, y en cuya parte superior todavía se hallan en pie numerosas columnas.
La magnífica Sala de Audiencias, con su espectacular decoración.
Detalles en las columnas.
Zoom a una de las Piedras de la Luna, simbólicas en la cultura budista.
Seguimos la marcha en dirección norte para toparnos, en unos pocos centenares de metros, con el conjunto de ruinas más famoso y mejor conservado de Polonnaruwa: el Cuadrángulo. Si merece la pena venir a esta ciudad, la razón es esta. Nos encontramos ante un grupo de edificios en un impresionante estado de conservación, con una ornamentación y detalles preciosos; además de ser un centro de gran significancia religiosa puesto que albergó durante años la reliquia del diente de Buda.
Observamos estupefactos el gran edificio del Thuparama, aunque enseguida nos dirigimos al edifico  más relevante del cuadrángulo, el Vatadage. Se trata de un templo con forma circular y cuatro escaleras de acceso, con sendos budas sentados mirando hacia las entradas. El nivel de detalle en la decoración de las escaleras y los frisos del edificio es magnífico; en alguna de ellas podemos contemplar la simbólica Piedra de la Luna (que representa las distintas fases del ciclo de la vida), perfectamente conservada.
Decoración detallada en una de las entradas al Vatadage.
Junto a uno de los budas del Vatadage. ¡Recordad no darles la espalda!
 
El edificio del Vatadage, al completo.
Otros de los templos del Cuadrángulo son el Hatadage, el Latha Mandapaya y el Satmahal Prasada. Este último con forma de pirámide de seis plantas, es otro de los que más nos gustan. 
Posando junto al Latha Mandapaya.
Otro de los edificios que más nos gustó, el Satmahal Prasada.
Por último, admiramos la gran piedra de 9 x 1,5 metros conocida como Gal Pota. Con más de 25 toneladas de peso, se trata de una piedra tallada con forma de libro en la que se narran las hazañas del rey Nissanka Malla.
La Gal Pota, un auténtico libro escrito en piedra.
Tras fotografiar a unos monos juguetones que corretean entre los templos en busca de algo de comida, decidimos seguir la ruta más hacia el norte.
Correteando entre los templos podremos encontrar juguetones monos.
Nos desviamos pronto hacia el este para llegar a la Pabalu Vehara, una dagoba realmente fotogénica que se cree fue construida en torno al año 1150 dC. Como peculiaridad, destaca que en su periferia hay nueve estatuas de Buda, en lugar de las cuatro habituales.
La Pabalu Vehara es una dagoba mucho menos visitada que las demás, merece la pena contemplarla un buen rato.
Más al norte, ya en el camino principal, vemos a lo lejos una enorme dagoba. Se trata de la Rankot Vehera, la cuarta más grande del país y la más grande de todo Polonnaruwa, con 55 metros de altura y 185 de diámetro. Fue el rey Nissanka Malla quien ordenó construirla, y además supervisó personalmente su construcción, tal y como indica la inscripción en una roca de su parte este.
Nos encontramos ante la cuarta dagoba más grande de Sri Lanka, con 55 metros de altura. Impresionante.
Curioso detalle en la dagoba.
Otros de los lugares interesantes son el Lankatilaka (una gran imagen de Buda de más de 10 metros de altura) y otra gran dagoba, la Kiri Vehera, pintada con un llamativo color blanco en contraste con las tonalidades oscuras del resto de templo.
Posando entre las ruinas.
Lankatilaka, un Buda de más de 10 metros de altura.
La dagoba de Kiri Vehera, bien conservada y pintada en blanco.
Por último llegamos a otra de las joyas de Polonnaruwa: el Gal Vihara, también conocido con el nombre anglosajón “Rock Temple”. Fue construido durante el reinado de Parakramabahu, en el siglo XII, y está formado por unas colosales estatuas de Buda talladas a la perfección en roca. La primera de ellas representa a Buda sentado, a su lado vemos otras estatuas de menor tamaño; la última de ellas es un gran Buda reclinado de más de casi 25 metros de largo. Las imágenes están talladas a la perfección, nos parece lo más bonito que hemos visitado hoy.
El primero de los budas, sentado.
Preciosos detalles.
Enorme Buda reclinado, de casi 25 metros de longitud.
Momentos de oración.
Aquí finaliza recorrido por las ruinas de Polonnaruwa, por lo que regresamos a la ciudad a devolver las bicicletas. En total hemos empleado algo más de cuatro horas, aunque para visitar todo con calma se puede emplear, sin duda, un día entero.
Picoteamos algo en un pequeño bar antes de tomar el autobús de regreso a Dambulla, que nos deja en pleno centro de la ciudad.
Desde allí decidimos ir caminando a visitar las famosas cuevas, lo que nos cuesta aproximadamente media hora (no tiene pérdida, es ir siguiendo la carretera principal que atraviesa la ciudad). Se hace bastante pesado caminando, aunque es entretenido observar las tiendas, talleres y gentes que nos cruzamos por el camino.
Por fin, tras esos largos 30-35 minutos caminando, llegamos a una pequeña estupa dorada que nos indica que hemos llegado a nuestro destino. Las cuevas se hallan en lo alto, así que lo primero que nos recibe es el estrambótico Golden Temple. Se trata de un templo realmente bizarro, decorado con pintura rosa y dorada, a cuyo interior se accede a través de la boca de un león. El templo culmina con una enorme figura de Buda, en llamativo dorado. Sorprendidos ante este hallazgo, no podemos resistirnos a tomar fotos del lugar.
¿Pues es curioso el lugar, verdad?
Inmenso Buda dorado.
En la parte izquierda del templo vemos que parten unas escaleras, que ascendemos durante unos 15 minutos, hasta alcanzar la verdadera entrada a las Cuevas de Dambulla. La entrada a las cuevas es gratuita; sin embargo, nos obligan a descalzarnos y a que guardemos las zapatillas en un pequeño puestecito de la entrada (25 rupias por persona).
Entrada a las cuevas, situadas bajo esa gigantesca roca.
Las cuevas son Patrimonio de la Humanidad desde 1991, y realmente se han ganado dicho galardón por méritos propios. Son en total  unas 80 cuevas, aunque las que podemos visitar son solo cinco; cuya historia se remonta al siglo I a.C. Todas ellas están llenas de estatuas de Buda (153 en total), mientras que las paredes y techos son enormes murales con pinturas detalladísimas, en las que se narran escenas de la vida de Buda y otros acontecimientos importantes en la historia de Sri Lanka. 
Cueva decorada minuciosamente.
La primera de las cuevas es de tamaño considerable.
Detalles y más detalles.
Las tres cuevas más importantes son la Devaraja Lena (Cueva del rey divino), la Maharaha Lena (Cueva de los grandes reyes) y la Maha Alut Vihara (Gran monasterio nuevo). En la primera de ellas destaca un Buda reclinado de 14 metros de longitud, mientras que en las otras dos se cuentan por decenas las imágenes de Buda de todos los tamaños.
Desde la entrada de las cuevas, situada a unos 150 metros por encima del entorno, las vistas son impresionantes.
Estas son sólo 3 de las más de 150 estatuas del interior de las cuevas.
Buda reclinado en el interior de una de las cuevas.
Otra de las estatuas.
Tras la visita, que nos lleva aproximadamente una hora, tomamos un bus hasta el centro de Dambulla y, después de una increíble cena en nuestro alojamiento, nos vamos a dormir. Hoy ha sido un día largo e intenso, toca descansar.
¡Hasta otra, Polonnaruwa!

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