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En el corazón del Triángulo Cultural de Sri Lanka (II): Sigiriya

En el corazón del Triángulo Cultural de Sri Lanka (II): Sigiriya

Alzándose casi 200 metros sobre las selváticas llanuras de su entorno, la gran roca de Sigiriya es uno de los 7 lugares de Sri Lanka considerados Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO y, probablemente, el más visitado de todos ellos.
Se trata de una esbelta y vertical roca granítica, cuyos alrededores se cree que han sido habitados desde la prehistoria; teniéndose constancia de la existencia de cuevas que hicieron la vez de monasterio ya en el siglo III a.C.
Aunque existen nuevas hipótesis que dudan de su veracidad, la teoría más extendida es que el gran complejo palaciego de su parte superior y los Jardines Reales fueron construidos entre los años 477 y 495, durante el reinado del Rey Kasyapa.
Kasyapa era hijo del rey Dhatusena, a quien asesinó para usurpar el trono que legítimamente correspondía a su hermano Mogallan. Este último tuvo que exiliarse a la India para evitar correr la misma suerte que su padre, aunque juró venganza. Kasyapa, temeroso de dicha venganza, decidió construir un palacio fortaleza en la cima casi inexpugnable de la gran roca de Sigiriya, también conocida como Lion’s Rock (Roca del León).
Años más tarde, Mogallan regresó desde la India para combatir a su hermano. Sin embargo, el ejército de Kasyapa decidió abandonar el combate, por lo que el solitario rey se suicidó dejándose caer sobre su propia espada.
Mogallan, entonces, decidió trasladar la capital de su reino a Anuradhapura y Sigiriya pasó a convertirse en un monasterio durante los siguientes diez siglos.
Con el paso del tiempo, la gran roca de Sigiriya y los restos de su magnífica civilización fueron cayendo en el olvido, escondidos en medio de la jungla de Sri Lanka.
No fue hasta comienzos del siglo XX en que el explorador británico John Still exploró la zona, descubrió la gran roca y dio a conocer al resto del mundo sus impresionantes hallazgos, que eran unos de los restos arqueológicos más relevantes de Sri Lanka.
En la actualidad Sigiriya goza de fama internacional, siendo uno de los lugares más visitados de la antigua Ceilán. Son miles los viajeros que se animan a subir por las escaleras verticales en busca de su terraza superior, desde la que uno se retrotrae a otras épocas mientras disfruta de unas vistas inconmensurables.
Disfrutando de lo lindo en la parte superior de la gran roca.
Los principales puntos de interés en la Roca del León y su entorno son:
Terraza superior: es donde realmente se situaba el palacio fortaleza del Rey Kasyapa. Cubre una extensión de 1,6 hectáreas En ella podemos apreciar, además de las ruinas del palacio y monasterios, algunos pequeños estanques utilizados para almacenar el agua. La impresionante vista en 360º es algo incomparable, rodeados de jungla y con los magníficos Jardines Reales a nuestros pies.
Parte de la terraza superior. ¡Impresionante!
La Puerta del León: en una terraza, a mitad de ascenso, encontramos dos gigantescas garras de león construidas en roca. En medio de dichas garras, las escaleras que ascienden para llegar a la parte superior de la roca. Según parece, antiguamente existía una colosal imagen de un león construido con roca y ladrillo; quien osara acceder a la parte superior del palacio lo debía hacer a través de su gran boca.
Si las garras son así de grandes… ¿cómo sería el león entero?
El Muro de Espejo: se trata de una pared extremadamente pulida, en la que podemos contemplar antiguas inscripciones que realizaban los visitantes tras contemplar los frescos de las doncellas desnudas. Dichas inscripciones datan de los siglos VI a XIV; aunque en la actualidad la pared ha sido bastante dañada por rayones y pintadas más modernas.
La galería de las damas de Sigiriya: aunque estos espectaculares frescos pertenecen a una época distinta a la del palacio, son uno de los mayores reclamos de la visita. Se trata de unas excelentes pinturas que podrían haber cubierto gran parte de la cara este de la roca (se cree que una superficie de 140 x 40 metros), aunque en la actualidad se puede contemplar únicamente una pequeña parte, en la que se aprecian a varias doncellas con cintura de avispa y con el torso desnudo.  Si bien todavía se especula con lo que representan los frescos, se cree que puede tratarse de ninfas o de figuras relacionadas con el budismo tántrico. No está permitida la fotografía en esta pequeña galería (podemos realizar las fotos pertinentes en la perfecta réplica del museo).
La foto es de las réplicas, sí, que nosotros hicimos caso a los carteles que prohibían la fotografía.
Los Jardines Reales: generalmente entraremos al gran recinto de Sigiriya por su entrada oeste, descubriendo en primer lugar estos inmensos jardines que rodean a la gran roca. Se dividen en los Jardines Rocosos (Boulder Gardens), Jardines de Agua (Water Gardens) y las Terrazas Ajardinadas (Terraced Gardens). Los Jardines de Agua son unos de los más antiguos del mundo, y pasaremos por ellos mientras nos aproximamos a la gran roca.
En un rincón de los jardines, con la gran roca al fondo.
La Cueva de la Cobra: en la base de la gran roca existe una cueva que se asemeja a la cabeza y cuello de una cobra, en la que habitó un monje en el siglo II.
Museo de Sigiriya: existe en el recinto un sencillo museo en el que, además de material audiovisual, podemos contemplar con más calma una réplica de los frescos, donde por fin podremos tomar fotografías de las famosas damas desnudas.

Nuestra visita a Sigiriya

El último día en Sri Lanka va a ser, como todos los anteriores, muy intenso. Nuestro plan de hoy es ir a Sigiriya, visitar la gran roca y volver a Dambulla, donde tendremos que recoger las maletas y desplazarnos en transporte público hasta el aeropuerto de Negombo (lo que supone 2-3 transbordos, visitar estaciones de autobús repletas de ceilaneses, etc…).
Teniendo en cuenta que nos espera un día largo, madrugamos mucho y comemos un nutritivo desayuno.
Cogemos un autobús por 34 rupias cada uno, que en 40 minutos nos deja en Sigiriya, justo en la parte este de la roca, en una de las entradas del enorme recinto.
Caminamos 10-15 minutos por una pista al lado de un foso con agua (en el que nos alertan de que puede haber cocodrilos…), hasta llegar al lugar donde comprar la entrada.

Este foso con agua forma parte de los inmensos y antiquísimos Jardines Reales.
Me apetece darme un bañ… va a ser que no 😉
Me pareció ver un lindo lagartito.
Espectacular árbol en los Jardines Reales.
30$ por cabeza, sabemos que es caro, pero también sabemos que merecerá la pena. Una vez mostramos la entrada en el pequeño punto de control, tenemos la gran roca enfrente, de la que nos separa un camino atestado de viajeros y locales. El lugar más concurrido de todos los que hemos visitado en Sri Lanka, sin duda.
De regreso de la gran roca. A la ida el camino estaba lleno de viajeros y locales.
A los lados de la pista vemos antiguos estanques; nos encontramos recorriendo los Jardines Reales, unos de los jardines más antiguos del mundo.
Pronto empezamos el ascenso por unos escalones tallados en la roca. El ascenso parece una procesión en la que nos tenemos que detener cada pocos metros, puesto que las escaleras son estrechas y la gran cantidad de gente nos cierra el paso.
¡Empiezan los escalones! Son cerca de 1000, así que con la calma…
Para continuar el camino debemos pasar por debajo de esas piedras enormes.
Conforme ganamos altura las escaleras en piedra dan paso a una pasarela metálica anclada a la roca, desafiando a la gravedad. Aunque el camino está bien protegido con barandillas, puede resultar agobiante para aquellos que padezcan de vértigo.
Seguimos subiendo, aunque ya queda menos para llegar a esa pasarela metálica.
En la foto se aprecia la escalera de caracol que nos lleva a la galería de los frescos.
Enseguida llegamos al Muro de Espejo, en el que intentamos adivinar (con poco éxito) las antiguas inscripciones que, teóricamente, se ven entre numerosas pintadas modernas.
Una estrecha y algo precaria escalera de caracol nos permite ascender los metros necesarios hasta llegar a la Galería de los Frescos, donde un cartel nos recuerda que no está permitido tomar fotografías. Las imágenes de las damas de torso desnudo tienen un detalle increíble y están perfectamente conservadas, puesto que se hallan bajo un pliegue en la roca a resguardo de la acción dañina de los rayos de sol. 
Detalle de las doncellas (foto hecha de las réplicas del museo).
Magníficas pinturas (foto hecha de las réplicas del museo).
Tras ver los frescos llegamos, en pocos minutos, a una terraza intermedia en la que se encuentran las fabulosas garras del león. Resulta sobrecogedor el tamaño que, imaginamos, debía de tener el enorme león de roca cuando estaba en pie íntegramente.
En la zona vemos varios carteles en los que se indica que ha habido ataques de avispas a las personas; a lo lejos vemos algún nido pero en ningún momento tuvimos ningún problema ni vimos nada raro. Tenemos constancia de que en alguna ocasión incluso se ha llegado a cerrar el acceso a la roca por este motivo, así que mejor estar atentos.
Grrrrrrrrrrrrrr.
Nos podemos hacer una idea del tamaño del león, ¿no?
Entre las dos grandes garras del león surge una escalera metálica, la cual trepa vertiginosamente por la roca hasta alcanzar la enorme terraza superior, de 1,6 hectáreas. 
Sí, sí. Por esas escaleritas nos toca ascender.
Nada más llegar nos recibe un grupito de monos muy poco tímidos, suponemos que habituados al contacto con el ser humano. Probablemente, en busca de comida, se acercan a los viajeros mucho más de lo deseado por algunos, que huyen asustados.
Hola, buenas tardes, señores viajeros.
Este mono, con cara de malote, era de los menos tímidos.
La impresionante terraza superior de la gran roca está formada por restos de antiguos templos, palacios y estanques; resulta muy agradable subir y bajar por las escaleras de las ruinas, o simplemente sentarse a disfrutar de las increíbles vistas en todas direcciones. Un lugar mágico.
Restos de palacios y templos.
Las ruinas cubren toda la superficie de la roca.
Inabarcables vistas de la jungla de Sri Lanka.

 

Los estanques donde se almacenaba el agua siguen cumpliendo su función.
A pesar de ser un lugar muy frecuentado por viajeros, estos simpáticos ceilaneses nos pidieron hacerse una foto con nosotros.
El lugar nos dejó sin palabras.
Vista de los Jardines Reales desde lo alto de la roca.
Unos niños chapotean en el agua, ya que el calor aprieta.
Vista de la espesa jungla.
Sentados, reflexionamos acerca de cómo pudieron, hace 15 siglos, construir esta verdadera ciudad en un lugar tan inaccesible.
Disfrutamos durante más de una hora de la visita, hasta que reemprendemos el camino de vuelta, por el mismo camino de subida.
Hacia abajo con estas vistas.
Aunque… según quién preferirá no mirar demasiado.
Pero qué buenas vistas tengo, ¿verdad?
Ya abajo, nos acercamos a conocer brevemente la Cueva del Capuchón de Cobra y el sencillo Museo, en el que podemos (por fin) tomar fotografías a las imágenes de las damas de torso desnudo.
Salimos del recinto y nos disponemos a tomar el autobús de vuelta hasta Dambulla; para desde allí ir al aeropuerto y despedirnos de esta fantástica isla del Índico que nos ha robado el corazón.
¡Nos veremos de nuevo, Sri Lanka!
Sri Lanka nos ha encantado. ¿Volveremos? Seguro que sí.

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