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Las playas del sur: «pescadores» zancudos y pequeños pedazos de paraíso en Sri Lanka

Las playas del sur: «pescadores» zancudos y pequeños pedazos de paraíso en Sri Lanka

La kilométrica playa de Rekawa, ¡toda para nosotros!
Palmeras, sol, arena y mar. Respiramos profundo, embriagándonos del aire puro ceilanés. De la suave brisa marina que pretende mitigar la quemazón del sol alto del mediodía. Las olas del mar golpean la costa con rabia, una y otra vez, como intentando quedarse con un pedacito de ese idílico paisaje. Y mientras tanto, nosotros caminamos descalzos por una playa desierta, notando cómo las plantas de los pies se hunden levemente en la cálida arena de color dorado. Forzando de vez en cuando la mirada con la intención de localizar alguna tortuga que haya decidido desovar en este apartado rincón del sur de Sri Lanka.
Sí, aunque la descripción pueda parecer exagerada, existen en las playas del sur de Sri Lanka rincones similares. Desde la ciudad de Galle a la de Tangalle, en unos escasos 80 kilómetros de costa, podemos encontrar numerosas playas en las que disfrutar de un baño en aguas tropicales, contemplar a los pescadores locales o, con suerte, presenciar el desove de las tortugas.
Los famosos «pescadores» zancudos. Pintorescos, pero…¿pescadores? Más abajo lo explicamos 😉
La zona se vio fuertemente dañada por el tsunami de 2004, en el que decenas de miles de ceilaneses perdieron la vida. Sin embargo, poco más de 10 años después, la gente de la zona se ha sabido recuperar y en el momento actual el sur de Sri Lanka está viviendo un aumento de las infraestructuras turísticas, con alojamientos para todos los gustos y una amplia oferta de restaurantes y actividades.
Si bien las más famosas son las de Unawatuna, Mirissa y Tangalle, existen decenas de pequeñas playas en las que encontrar un pedacito de paraíso.
Además, otro aliciente es ver a los famosos pescadores zancudos; lugareños encaramados a palos desde los que pescan habilidosamente. Sin embargo, lo que antaño fue un ingenioso método de pesca ahora se ha convertido en un simple espectáculo turístico.
Sea de paso (como en nuestro caso) o con la intención de recorrerlas en varios días, las playas del sur son uno de los lugares imprescindibles de Sri Lanka.
Con boyas y mochila por la playa de Unawatuna.
NUESTRO RECORRIDO POR LAS PLAYAS DEL SUR
Salimos de Galle en el autobús 350, rumbo al este. Por 20 rupias (0,13€) realizamos el trayecto de unos 15 minutos que nos separa de Unawatuna. El autobús se detiene en un cruce de la carretera principal y el revisor nos indica que bajemos. Desde allí, un breve paseo de 10 minutos por una carretera secundaria repleta de tiendas y restaurantes nos lleva a la famosa playa.
En al autobús, camino a Unawatuna. Muy fans de los decorados de ganchillo.
Unawatuna es una playa estupenda, con aguas azul turquesa y numerosos hoteles en primera línea de costa. Aunque hay bastante gente, tanto ceilaneses como extranjeros, transmite una sensación bastante apacible. Nos sentamos en un bar a degustar la cerveza nacional (Lion Beer) y después nos damos un merecido baño (el sol pega con fuerza).
Panorámica de la concurrida playa de Unawatuna.
¿Vaya vistas tenemos, no?
Paseando por la playa de Unawatuna.
Sí, sí. En la playa se está muy bien, pero donde haya una buena y refrescante cerveza…
Sin embargo, dado nuestro calendario ajetreado, pronto tenemos que despedirnos de este rincón de Sri Lanka y continuar la ruta. Queremos llegar a Mirissa pero antes nos gustaría poder ver a los pescadores zancudos. Decidimos negociar con un conductor de tuk tuk el trayecto hasta Mirissa haciendo la parada intermedia.
Así pues, nos detenemos en la playa de Koggala. Desde donde aparca el tuk tuk ya vemos, en el agua, a los pescadores. Cruzamos la carretera y nos dirigimos hacia la arena de la playa. En pocos segundos lo comprendemos todo: decenas de turistas (casi todos japoneses) merodean entre los pescadores zancudos, algunos de los cuales les ayudan a subir a lo alto del palo. Bueno, pongamos lo de “pescadores” entre comillas, puesto que se trata de gente de la zona que se encarama a los palos con el fin de posar para que los viajeros tomen fotografías. Lo de pescar… como que no.
*Como después nos contarán, a los locales les sale muchísimo más rentable posar para las fotografías a cambio de una propina que el propio hecho de pescar, por lo que el oficio de “pescador zancudo” prácticamente se ha abandonado del todo.
La realidad de los pescadores zancudos. Encaramados al palo únicamente para la foto.
No obstante, decidimos bajar a la playa a tomar alguna fotografía puesto que, aunque poco auténtico, resulta muy curioso y nos parece que van a ser fotos muy chulas. Nada más poner el primer pie en la arena de la playa se acerca un joven:
– ¿Váis a hacer fotos?
– (Cámara en mano) Sí. – evidentemente.
– Son 1500 rupias (10€).
– (Al unísono): ¿QUÉ?
– Para hacer fotos hay que pagar 1500 rupias.
– WTF!!!!!!!!!! ¡Que con ese dinero vamos a dormir y comer todo el día! ¿Estamos locos?
Retrocedemos unos pasos, fuera de la arena, y tomamos alguna foto desde allí. El joven nos mira con mala cara, mientras los asiáticos del grupo organizado le dan las propinas y toman cientos de fotografías.
– No vamos a pagar eso por hacer fotografías, es ridículo pagar por hacer fotos a una mezcla de actores y turistas subidos a los palos.
El chico se acerca, notamos cómo le ha cambiado el rostro. Ha entendido que no le vamos a dar nuestro dinero fácilmente y que pagar esa cantidad de rupias es una auténtica barbaridad.
– ¿De dónde sois? Bueno, es que esta gente se gana la vida posando para las fotografías y como entendéis hay que dejar algo de propina y bla bla bla…
Ahí cambiamos nosotros también. Entramos a la playa, tomamos unas cuantas fotografías (hay que reconocer que son pintorescas), y le entregamos una pequeña propina al chico, que posteriormente reparte entre sus compañeros. Incluso nos tomamos una foto con él, puesto que finalmente todo ha resultado muy fluido. Como bien dice el refrán: hablando se entiende la gente.
Hablando se entiende la gente 😉
Uno de los pescadores zancudos.
Desde lo alto de los palos se tiene una buena vista de los peces que nadan en las aguas transparentes de Sri Lanka.
Después del chasco de los pescadores zancudos (ojo, desconocemos al 100% si todavía hay algún recóndito lugar en el que los lugareños se dediquen a pescar así, pero parece poco probable), continuamos la ruta en tuk tuk hasta llegar a Mirissa.
Nada más bajar del tuk tuk rechazamos ofertas de alojamiento de varios jóvenes, puesto que estamos de paso. Por oferta, en la zona, seguro que no hay problema.
La playa de Mirissa es amplia y, para nuestro gusto, demasiado turística. Podríamos estar en el sur de Sri Lanka, en Kho Phi Phi o en cualquier playa del Mediterráneo: bares con música occidental, cervezas a precios caros y apenas gente local. Sin embargo, la playa tiene su encanto, puesto que en extremo este hay un peñón al cual se puede subir (con cuidado), desde el que tenemos unas excelentes vistas.
Tomamos bastantes fotos y después nos tumbamos a reposar durante más de una hora, mientras poco a poco el sol pierde fuerza y comienza a atardecer. Y con el atardecer, se acaba nuestro día de playa.
Playa de Mirissa.
¡Nos está encantando este lugar!
Desde lo alto del peñón podemos ver la lengua de arena que divide la playa en dos.
Regresamos a la carretera principal y paramos al primer autobús que nos lleva hacia el este. En unos 15-20 minutos llegamos a Matara, donde hacemos transbordo y completamos el trayecto hasta la ciudad de Tangalle (una hora y media más). Desde allí un tuk tuk hasta el hotel (Turtles View Resort), situado en la playa de Rekawa, a unos 10-12 kilómetros.
Nada más llegar al hotel, y tras dejar las mochilas en la habitación, reservamos entrada en el Turtle Watch Center. Se trata de un supuesto (así lo venden) centro de conservación de tortugas en el que, por el precio de 1000 rupias, te acompañan de noche a intentar ver alguna tortuga en la playa. Mala experiencia, demasiada gente (aun siendo temporada baja) y mala organización. Vimos una tortuga, durante menos de un minuto. Por lo menos en todo momento pareció que el trato a los animales era el correcto (luces rojas tenues, silencio, etc…), aunque el simple hecho de que hubiera tanta gente nos hace dudar. No repetiríamos ni lo recomendamos, la verdad. De los errores se aprende.
Mañana será otro día…

Una gran tortuga acude a la playa, de noche.
Con la luz del siguiente día vemos las cosas de otra manera. Si bien nos habíamos llevado dos chascos tanto con los pescadores zancudos como con las tortugas de la playa, hoy pensamos que las cosas van a ir mejor. Y, efectivamente, así es.
Desayunamos pronto y preguntamos a los dueños del hotel cómo llegar a las playas más cercanas. Simple: basta con seguir una pista de tierra que, posteriormente, se convierte en una estrecha senda. Allí que vamos.
Hemos caminado durante 10 minutos y, sin querer, nos hemos desviado del camino principal. Pero no hay mal que por bien no venga: estamos en una playa pequeña totalmente desierta. ¡Toda para nosotros!
Palmeras, arena dorada y unas olas que golpean con fuerza. Espectacular. 
Nos hemos equivocado de camino y aparecemos aquí. Nada mal, ¿verdad?
Autofoto en nuestra «playa privada».
Pero, realmente, esta no es la playa principal de la zona. La que queremos visitar tiene varios kilómetros de largo y, según nuestros cálculos, está unos metros más allá en dirección oeste. Bordeamos la costa, por una pequeña zona de rocas y por fin llegamos: la playa de Rekawa.
Una lengua de arena de más de 5 kilómetros, en la que apenas hay personas caminando. Esto sí, esto es lo que buscábamos. Aprovechamos para tomar decenas de fotografías en este lugar idílico.
Sin embargo, nos llama poderosamente la atención el hecho de que no hay nadie bañándose. Pronto comprendemos el porqué: en la playa hay fuertes corrientes mar adentro, por lo que parece muy peligroso. No nos bañaremos, pero disfrutaremos del paisaje un buen rato.
Un pequeño pedazo de paraíso, sin duda.
Saltando de alegría.
En el extremo este de la playa existe un pequeño cabo, con una piscina natural. Allí, varios jóvenes intentan pescar algo mientras un pequeño puñado de viajeros de todo el mundo se refrescan en la zona de aguas tranquilas.
Con un pequeño baño allí nos despedimos de las playas del sur, puesto que debemos continuar nuestra ruta hacia Tissa.
Un joven ceilanés muestra orgulloso su captura.
Qué bien se está aquí…
… pues anda que aquí…
Sin duda nos quedamos con ganas de más. Probablemente un día extra en esta zona hubiera sido perfecto. Pero… ¿y si lo utilizamos como excusa para volver a Sri Lanka? Quién sabe…
Paso a paso nos despedimos de las playas del sur. ¿Volveremos algún día?

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