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Nuestra carta al 2022

Nuestra carta al 2022

Querido 2022,

Has sido un año raro, alocado y desenfrenado, un año lleno de cambios. Pero, y bien lo saben tus hermanos pequeños (2021, 2020, 2019, 2018, 2017 y 2016), no te guardamos rencor. Es más, a pesar de tus incertezas y vaivenes, te llevaremos siempre en el corazón.
Comenzaste el frío mes de enero permitiéndonos descubrir la cara más gélida y blanca del Pirineo aragonés. Un idílico día de raquetas de nieve por el Valle de Aísa y una sencilla pero heladora excursión a la Ermita de San Salvador fueron nuestro primer contacto con las montañas pirenaicas.

Contemplando las verticales paredes de los Mallos de Lecherín.
Gélida mañana en el Pico de San Salvador.

Trajiste a la primavera y esta trajo, a su vez, un buen puñado de pequeñas escapadas que nos hicieron conocer esos rincones cercanos que, debido a su proximidad, quizá no valorábamos como merecían. Así, el fabuloso Mirador de Partara nos permitió contemplar la grandiosidad del Sobrarbe, la curiosa ruta a la Ermita de San Martín de Capella nos hizo disfrutar como niños y el Congosto del Entremón nos dejó sin palabras al sentirnos diminutos en tan abrupto paraje. Por no hablar de los rincones menos conocidos de Ordesa (Faja Canarellos), de los fascinantes Ibón y Agullas de Lavasar y del célebre Saldo de Escarrilla.

Mirador de Partara: Sobrarbe a nuestros pies.
Ruta a la Ermita de San Martín de Capella: la más curiosa y divertida.
Sobrecogedor Congosto de Entremón.
Faja Canarellos: uno de los rincones menos conocidos de Ordesa.
Escondido rincón en el que encontrar O Saldo.
Sorprendente enclave el del Ibón de Lavasar.

Y además, tras una agradable escapada redescubriendo nuestros amados Teruel y Albarracín, llegaría el primer gran viaje (¡viajazo!) del año: nuestros 15 días en Irán. Cultura fascinante y una gente que nos conquistó con su amabilidad, curiosidad y buen corazón. ¡Cuánto aprendizaje en tan pocos días!

Bellísimo siempre Albarracín.
Isfahan, la ciudad que más nos gustó de nuestro viaje a Irán.

El calor de tu verano nos invitó a salir a la naturaleza, cuyas altitudes descubrimos ascendiendo a populares colosos como el Castillo d’Acher, la Tuca de Mulleres y el Bisaurín. Por no hablar de esa semana de tiempo incierto pero certeza absoluta de que nos iba a enamorar (¡y lo hizo!): la isla de La Palma nos fascinó con senderos que recorren paisajes irreales.

Magnífica panorámica desde el Castillo d’Acher.
Sonrisas a 3000 metros. Cima de la Tuca de Mulleres.
Bisaurín: otro clásico ascendido.
¿Qué me dices de estas vistas en La Palma?

Pronto vendrías con el siempre interesante otoño, cuyas tonalidades apenas pudimos apreciar con una disfrutona ruta al Hayedo y Pico de Peiró. Y decimos apenas porque esta época de eclosión de colores fue pospuesta a otro año por un motivo ciertamente inolvidable: un viaje de tres semanas a Nepal. Un viaje soñado entre las montañas más altas del planeta, glaciares interminables y culturas ancestrales. Un trekking de doce días que nos llevó al límite, pero que nos hizo disfrutar como nunca. Una experiencia que cuesta relatar con palabras.

Otoño en el Prepirineo: Pico Peiró.
Vistas de postal desde el Kala Pattar (5645 m), punto culminante del trekking al Campo Base del Everest.

Y te despides ahora, querido 2022, tan raro como comenzaste. Y, echando la vista atrás, nos reafirmamos en que no te tenemos rencor. Gracias por todo lo que nos has enseñado, gracias por enseñarnos a valorar los pequeños momentos y, sobre todo, gracias, gracias, por todo lo bueno que nos has ofrecido.
Un fuerte abrazo,

Paula y Pedro.

¡Ha sido un gran año viajero!

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