
Mandalay es, para muchos, la entrada a Myanmar. Se trata de una ciudad enorme, de algo más de 1200000 habitantes, aunque, si contamos la zona rural de sus periferias, se acerca casi a los dos millones de pobladores. Es el auténtico motor económico y cultural de la parte central y norte de Myanmar, y ofrece al visitante un buen puñado de palacios, antiguos monasterios y eventos culturales, entre otros
Sin embargo, muchos de quienes visitan la ciudad lo hacen para recorrer sus alrededores, donde se hallan algunas ciudades con restos arqueológicos de primer orden, que merecen una visita pormenorizada, descubriendo templos agrietados y rincones donde el tiempo parece haberse detenido.

Así, la ruta clásica visita las localidades de Mingun, Sagaing e Innwa, para finalizar contemplando un hermoso atardecer en el puente de teca más largo del mundo, el puente U Bein.
Nuestra primera parada en Myanmar fue recorriendo los alrededores de Myanmar. ¿Nos acompañas a conocerlos?
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Llegada a Myanmar
Aterrizamos, tras un vuelo con dos escalas, en el Aeropuerto internacional de Mandalay, situado unos 35 kilómetros al sur de la ciudad. Para llegar al centro de la ciudad podemos tomar:
– Autobús: 4000 MMK (2,46 €) por persona. Poca frecuencia.
– Taxi: 15000 MMK (9,21 €) en total. La opción más rápida pero más cara.
– Taxi compartido: 5000 MMK (3,07 €) por persona. Más frecuencia que el autobús, pero hay que esperar a llenarlo, cinco personas en total.
Salimos del aeropuerto y esperamos a llenar un taxi compartido, para lo cual debemos esperar unos veinte minutos. La ruta hasta el hotel nos lleva casi una hora, puesto que hay algo de tráfico y debemos detenernos a dejar a nuestros compañeros de viaje en su alojamiento.
Llegamos a nuestro hotel y tenemos una calurosa bienvenida, con un mensaje personalizado en la pizarra del hotel y una bebida de bienvenida. Dejamos las mochilas en el hotel y comentamos un poco con el recepcionista el plan que llevamos para los días en la ciudad, que le parecen adecuados y bien organizados.
Esa misma tarde visitamos Mandalay Hill (ver la entrada correspondiente en el blog), cenamos pronto y nos vamos a dormir, algo afectados por el desfase horario.

Para el día siguiente contratamos un coche con conductor/guía, el simpático Ali, que por 55000 MMK (unos 33 €) nos llevará a las cuatro ciudades de los alrededores de Mandalay, a nuestro ritmo y disfrutándolas desde pronto por la mañana hasta el atardecer.
Mingun
La primera noche en Myanmar ha sido difícil. A pesar del buen hotel con una cama comodísima, Pedro no ha dormido de doce a tres y Paula lleva despierta desde las cinco. Desayunamos abundante y, puntual a las nueve, nos recoge Ali.
Montamos en el coche y nos dirigimos, en primer lugar, a la ciudad de Mingun, lo cual nos lleva casi dos horas (por la mañana es fácil encontrar tráfico en Mandalay).
La primera parada es uno de los platos fuertes del día: la pagoda Mya Thein Tan, también escrita como Mya Thein Dan o Hsinbyume Pagoda. Pagamos la entrada combinada Mingun – Sagaing (5000 MMK, 3 €) por persona y comenzamos la visita.
La pagoda Mya Thein Tan es una gran pagoda de color blanco radiante, construida en el año 1816 y, posteriormente, reconstruida en 1874 tras haber sufrido graves daños en el terremoto de 1836. Sus siete terrazas onduladas representan las siete cordilleras montañosas que parten del Monte Meru, según la mitología budista.


Quizá os suene este lugar, puesto que es uno de los más fotogénicos y fotografiados de los alrededores de Mandalay. Nosotros aprovechamos para tomar algunas fotos, algo menos glamurosas que las que habíamos visto antes en redes, pero disfrutando al cien por cien de la visita. En alguno de los recovecos de la pagoda vemos a algunos lugareños orando, primera muestra en el viaje de la profunda devoción de los birmanos.
Unos metros más allá, caminando por la calle principal repleta de puestecillos para turistas, se encuentra la curiosa Mingun Bell (la campana de Mingun). Fue construida entre 1808 y 1810, en bronce, tiene un diámetro de 4,95 metros y pesa nada más y nada menos que 90718 kg. Como veis en la foto, es gigantesca: desde su construcción hasta el año 2000 fue la campana más grande del mundo. Al visitarla podemos hacerla sonar golpeándola con una madera, aunque prestando atención puesto que suele haber visitantes alojados en su interior, y no es buena idea dejarlos sordos por las campanadas.

Muy cerca de allí vemos otro de los lugares conocidos de Mingun, la estupa Pahtodawgyi. Se trata de una gigantesca edificación de ladrillo, incompleta, cuya construcción fue iniciada en el año 1790 por el excéntrico monarca Bodawpaya. Apenas se completó un tercio de la construcción prevista (y ya alcanza los 50 metros de altura), existiendo varias leyendas sobre el motivo por el que se dejó inacabada (se decía que su finalización llevaría al fin del imperio birmano; la realidad fuera, probablemente, su alto coste y el hecho de que para construirla se utilizara mano de obra de prisioneros, lo que no gustaba al pueblo). Aun con todo, resulta un edificio faraónico, más impresionante todavía por las enormes grietas que recorren sus paredes, fruto del devastador seísmo de 1839.
Justo enfrente se encuentran los restos de unos antiguos leones de piedra, apenas reconocibles tras haber sido destruidos por el terremoto.

Algo más de dos horas de visita en Mingun que dan perfectamente para verlo con calma, deteniéndonos a tomar fotografías y contemplar todos los detalles. Sin embargo, toca continuar la ruta, por lo que tomamos el coche y nos dirigimos a Sagaing, nuestra siguiente parada.
Sagaing
Nuestro coche asciende por una carretera serpenteante de una zona rural hasta llegar a lo alto de Sagaing Hill, la colina más alta de la zona, con amplias vistas del Río Irawadi y decenas de estupas doradas que sobresalen por encima de la vegetación. Nos encontramos en uno de los centros del budismo en Myanmar, donde podemos contar hasta 300 edificios religiosos.

Visitamos, en primer lugar, la pagoda Soon Oo Pon Nya Shin, una de las más antiguas de la zona, construida en el año 1312. En ella se celebra, cada mes de julio, un importante festival religioso.
En su interior cabe destacar la gran imagen de Buda, decorada de manera profusa con objetos brillantes. Pasear por su exterior, además de permitirnos contemplar las vistas, nos posibilita el descubrir su curioso y colorido suelo de baldosas, contrapuesto al dorado de la estupa. Llamativo, cuando menos.
Por allí coincidimos con una chica birmana que se acerca a nosotros para practicar su inglés. Nos cuenta que mucha gente de su edad va a los sitios turísticos para aprender algo más de este idioma, conversando con los viajeros. A nosotros nos parece un excelente intercambio cultural, puesto que los habitantes de Myanmar son simpáticos y muy agradables, siendo esta chica el perfecto ejemplo.


Muy cerca de allí se encuentra la Umin Thonze Pagoda, el lugar más fotogénico de la jornada, probablemente. Ascendemos unas escaleras hasta llegar a una parte superior con excelentes vistas de la zona de Sagaing. Sin embargo, lo que más llama la atención es la colorida fachada porticada, que esconde en su interior 45 imágenes de Buda, todas ellas en distinta posición y con diferente expresión. En un día soleado la fachada, con infinitos pequeños detalles, muestra su mejor cara e invita a tomar decenas de fotos.
Regresamos al coche, en busca de nuestro nuevo destino: Innwa.



Innwa
Fundada en el siglo XIV, a lo largo de la historia ha sido saqueada, destruida y reconstruida en varias ocasiones. La que fue capital de Birmania durante unos 360 años fue abandonada definitivamente en el año 1839, tras ser devastada por completo por una serie de terremotos. A pesar de ello, en la actualidad todavía quedan en pie un buen puñado de edificios cuya visita merece la pena.
Nosotros cruzamos el Río Irawadi en coche hasta llegar a un pequeño puerto donde tomamos un barquito pequeño (1500 MMK/0,9 € por persona) que nos acerca a Innwa (también denominada Ava).
Nada más descender contemplamos como nos esperan decenas de carruajes tirados por caballos en unas condiciones nada idóneas. Sabemos que la zona a recorrer es lo suficientemente grande como para no poder hacerla a pie, pero nos negamos a participar en el denigrante maltrato a tan nobles animales.
Así, a pesar de la insistencia (muy insistente, valga la redundancia) de los dueños de los carruajes, comenzamos a caminar por la pista principal, junto con algún otro viajero que prefiere evitarlos también.
Una vez nos alejamos un poco de ese caótico recibimiento, comprobamos que caminar bajo un sol de justicia quizá no es la mejor opción. Sin embargo, enseguida damos con la solución: unos amables y simpáticos lugareños que nos encontramos en el camino se ofrecen a alquilarnos sus vetustas bicicletas. Así, por 5000 MMK (menos de 5 € entre los dos) tenemos la manera perfecta de movernos por Innwa. ¡Así sí!

Con una sonrisa de oreja a oreja nos disponemos a recorrer Innwa en bicicleta, no podría ser mejor la situación.
Decidimos ir, en primer lugar, a la zona más alejada para, posteriormente, regresar realizando las paradas pertinentes. El Monasterio de Bagaya es nuestro primer destino.
Fue construido, en madera de teca, allá por el año 1593, aunque el edificio actual data de 1992 (la mayor parte del original sucumbió a un incendio el 15 de abril de 1821. Oscuro y con un punto misterioso, nos llama la atención la exquisitez de los detalles de sus robustas columnas.

Surcamos en bicicleta los caminos a ritmo pausado, disfrutando de la belleza de esta zona rural, en que agricultores trabajan la tierra manualmente, bajo la mirada de esbeltas estupas doradas. Los habitantes de la zona, simpáticos, nos saludan todo el rato.
No muy lejos de allí se encuentra un grupo de pequeñas pagodas conocido como Yadana Hsemee Pagoda Complex. Construidas con pequeños ladrillos, en ellas destacan un par de imágenes de Buda y, sobre todo, la estupa central, de base redondeada.

Unos metros más adelante se halla la Thitsar Taik Pagoda, de color blanco resplandeciente. Aunque es de pequeño tamaño, resulta llamativo el contraste con el verde que todo lo rodea.

Apenas nos detenemos a contemplarla unos breves minutos, puesto que hemos divisado a lo lejos la Nan Myint Tower, que sí merece una visita más detallada. Fue construida allá por la década 1820, siendo la única estructura construida durante el mandato del rey Bagyidaw que todavía persiste en Innwa. Tiene una altura de 30 metros, aunque el acceso a su parte superior (con buenas vistas) se ha cerrado a los turistas para preservarla mejor.

Para finalizar nuestra visita a Innwa nos acercamos a ver la Maha Sutaungpyae Htihlaingshin Pagoda y el Maha Aungmye Bonzan Monastery. Se trata, sin duda, de los edificios más grandes y prominentes de todo este enclave. Si bien la pagoda, pintada en blanco y tonos dorados no destaca con respecto a las que hemos visto (y veremos) en el viaje a Myanmar, el monasterio es un edificio espectacular. Se trata de un perfecto ejemplo de la arquitectura predominante durante el gobierno de la dinastía Konbaung; aunque fue construido en 1818, se restauró en profundidad en 1873. Para nosotros, sus detalladas paredes de tonos ocres son una auténtica preciosidad, por lo que aprovechamos para fotografiarlas desde todos los ángulos posibles.


Tomamos nuevamente el barco para regresar al pequeño embarcadero, donde nos espera nuestro guía para llevarnos al último destino del día: el U Bein Bridge.
U Bein Bridge
Nos han contado que los atardeceres en el puente U Bein son mágicos, de los mejores de Myanmar, así que allí nos dirigimos.
Este puente, construido en madera de teca en los años 1840-1850 presume de ser el más antiguo y largo (1200 metros) de todo el mundo erigido con dicho material. Más de mil columnas (1086, si queremos concretar) sostienen esta verdadera obra de arte e ingeniería que cruza el Lago Taungthaman.

Junto a nosotros, decenas (¿centenares?) de viajeros, tanto locales como birmanos, se agolpan para contemplar las últimas luces del día en el puente. Unos optan por recorrer su parte superior, otros por dar un paseo en barca y algunos nos quedamos en la parte inferior, intentando captar con nuestra cámara las luces cálidas del atardecer.


Quizá este mágico momento se vea algo ensombrecido por la masificación que, algunas tardes, es realmente llamativa. No obstante, el sólo hecho de contemplar cómo el sol se esconde tras el puente, mientras tiñe todo de color naranja, es algo que merece la pena vivir.

Con esa imagen en nuestra retina regresamos a Mandalay donde, tras una copiosa cena, nos vamos a dormir.
Mañana tocará explorar la ciudad, pero eso, ya sabéis, lo contaremos en la próxima entrada del blog.

Gracias por toda la información y enhorabuena por esta entrada. ¿En fácil encontrar bici o moto en Inwa?
¡Hola! ¡Gracias por tu comentario!
Bueno, no es demasiado fácil, puesto que nada más llegar a Innwa son muy insistentes con los carruajes de caballos. Sin embargo, caminando un poco y preguntando más adelante a algún lugareño, quizá se pueda conseguir algo. ¡Y merece mucho la pena recorrerlo en bici! 🙂