
Tras unas jornadas duras y largas, en las que el mal de altura nos ha afectado de manera leve, nos toca seguir el trekking, partiendo de Lobuche y llegando al asentamiento de Gorakshep, el más alto de la ruta (por encima de los cinco mil metros). Desde allí, nos queda el último esfuerzo para conquistar ese sueño tanto tiempo anhelado: ¡hoy llegamos al Campo base del Everest!
Índice de contenidos
Datos generales
Octava etapa del trekking, la cual se puede dividir en dos partes. La primera de ellas nos lleva desde Lobuche hasta Gorakshep, el asentamiento más remoto de toda la ruta, por un camino de suave ascenso pero algo más complejo que días previos, puesto que transita paralelo al Glaciar del Khumbu y en algún momento exige recorrer parte de su morrena lateral, rocosa y de relieve complejo.
Tras dejar las mochilas grandes en Gorakshep, y partiendo únicamente con una pequeña mochila, nos queda un tramo cómodo y de disfrute absoluto, bajo grandes colosos nevados, hasta llegar al Campo base del Everest, objetivo de este trekking. Desde allí, regreso (con la sonrisa puesta) hasta Gorakshep, donde pasamos la noche.

Datos técnicos
Fecha: 26 octubre 2022.
Inicio de la etapa: Lobuche (4934 m).
Punto intermedio: Campo base del Everest (5250 m).
Fin de la etapa: Gorakshep (5167 m).
Tipo de ruta: al comienzo lineal; desde Gorakshep ida y vuelta.
Itinerario: Lobuche – Gorakshep – Campo base del Everest – Gorakshep.
Distancia:
– Lobuche – Gorakshep: 4,86 km.
– Gorakshep – Campo base – Gorakshep: 6,44 km.
– Total: 11,30 km.
Desnivel acumulado:
– Lobuche – Gorakshep: 339 metros de desnivel positivo; 101 de desnivel negativo.
– Gorakshep – Campo base – Gorakshep: 264 metros, tanto de desnivel positivo como negativo.
– Total: 603 metros de desnivel positivo; 365 metros de desnivel negativo.
Altitud:
– Mínima: 4934 m (Lobuche).
– Máxima: 5282 m (un poco antes de llegar al Campo base).
Duración:
– Lobuche – Gorakshep: 3 horas y 25 minutos, incluyendo paradas.
– Gorakshep – Campo base – Gorakshep: 4 horas y 20 minutos, incluyendo paradas.
– Total: 7 horas y 45 minutos, incluyendo paradas.
Dificultad/recomendaciones:
– Aunque no es una etapa dura, supera un desnivel positivo de más de seiscientos metros, que se tornan difíciles a estas altitudes.
– Precaución con el mal de altura.
– El camino entre Lobuche y Gorakshep transcurre junto a la morrena lateral del Glaciar del Khumbu: en algún punto hay que caminar sobre rocas que tienen hielo debajo; vimos pequeños desprendimientos en horas centrales del día. Extremar precaución.
– La roca señalizada como “Everest base camp” se encuentra a 5250 metros de altitud, no a 5364 como indica.
– Para hacerse la típica foto sobre la roca, se forman pequeñas filas que se respetan de manera estricta. Cualquiera puede subir y el resto de montañeros se prestan, amables, a tomar la foto.
– En la roca conviene posar de manera respetuosa, puesto que el lugar es sagrado para los sherpas.
Track GPS: descargar aquí (primera parte de la etapa) y aquí (segunda parte de la etapa).
*NOTA: los tiempos, distancia y dificultades encontradas están basados en nuestra experiencia, teniendo en cuenta la climatología, nuestra forma física y experiencia en montaña. Hay que salir al monte siempre bien equipado, con el material y una preparación adecuados, y consultando previamente la previsión meteorológica.




Octava etapa del trekking: ¡llegamos al Campo base del Everest!
Ayer nos acostamos con cierta preocupación, puesto que algo de dolor de cabeza y apenas ganas de comer son síntomas iniciales y leves de mal de altura. Sin embargo, hemos descansado de maravilla y nos levantamos muy bien. Decidimos continuar, precavidos y a sabiendas de que si no nos encontramos bien tendremos que darnos la vuelta. Por fortuna, la etapa de hoy apenas gana altitud, lo cual va a nuestro favor.
Desayunamos y preparamos nuestras mochilas, más inquietos que otros días. Nerviosos porque no sabemos cómo va a responder nuestro cuerpo, nerviosos porque, si todo va bien, ¡hoy llegaremos al Campo base del Everest!
El día es espléndido, con un potente sol iluminando la grandiosa cara sur del Nuptse, el cual se recorta precioso contra el cielo azul.

Bien abrigados caminamos por este primer tramo llano, rumbo norte, que nos viene muy bien para ver cómo responde nuestro cuerpo. Y, de momento, todo va perfecto.
La senda, sin pérdida, discurre por un pequeño vallecito, siendo una de las paredes que lo cierran la morrena lateral del Glaciar del Khumbu. Desde aquí no lo vemos, pero tras esa muralla de tierra se esconde un grandioso laberinto de hielo.

Remontamos un pequeño repecho rocoso y, una vez superado este, volvemos a llanear/ascender ligeramente hasta toparnos con el desvío (0,9 km; 30 minutos; 4965 metros de altitud) al centro de investigación internacional Pyramid. Aunque nos gustaría curiosear por fuera el peculiar edificio, lo cierto es que se halla escondido a la vista desde este punto, por lo que optamos por continuar.



Caminamos siempre en suave ascenso, dirigiéndonos hacia el fondo del valle, en que destaca la esbelta figura del Pumori (7161 m). A nuestra derecha vamos viendo cómo cambia la silueta del Nuptse (7861 m), puesto que conforme avanzamos vamos apreciando más su cara oeste, majestuosa e inalcanzable.
El cómodo valle por el que veníamos caminando se va transformando en terreno rocoso, por el que la senda zigzaguea hábilmente, sorteando las rocas. Frente a nosotros un nuevo y duro repecho, quizá el más potente de la etapa, que remontamos con calma y prudencia. El día es largo y debemos cuidar nuestras fuerzas y ser prudentes con la adaptación a la altitud.




Tras dicho repecho parada obligatoria para contemplar el paisaje que nos rodea. Si bien el Nuptse es el protagonista de todas las miradas, no podemos dejar de echar un vistazo atrás para otear el pequeño valle que hemos recorrido y el grandioso Glaciar del Khumbu, cuyos hielos pretenden asomar bajo las rocas en su parte terminal (en sus seis últimos kilómetros no aflora el hielo, sino que está cubierto de tierra y roca).


Entramos ahora en uno de los tramos más agrestes y, por qué no, espectaculares del camino. Atrás han quedado los bosques, los arbustos e incluso las pequeñas hierbas. Territorio de roca y hielo, inapelable. Entornos inhóspitos que esconden una inusitada belleza.
Remontamos y descendemos pequeñas lomas rocosas, aproximándonos poco a poco al glaciar, que pronto se nos muestra en todo su esplendor. Caminamos cercanos a su morrena lateral, que se eleva bastantes metros por encima del hielo cubierto de tierra y rocas. Según hemos leído el glaciar retrocede unos treinta metros cada año, y la diferencia de altura con la morrena lateral nos permite comprobar la masa de hielo perdida. Cambio climático visible, en directo, ante nuestros ojos.






Seguimos caminando rumbo norte o ligeramente noreste, paralelos al glaciar. Pronto nos topamos con la desembocadura del glaciar Changri Nup y Changri Shar en el Glaciar del Khumbu, por lo que nos toca realizar una travesía por encima de los hielos. Para comodidad nuestra, dicho hielo se halla, en su práctica totalidad, recubierto de tierra y rocas, con un sendero perfectamente establecido y que se recorre sin dificultad.
El día es soleado y la temperatura bastante elevada para la altitud a la que nos encontramos; en algún momento notamos los sobrecogedores crujidos del hielo y pequeños desprendimientos de piedras debidos a la fusión del mismo. Atravesamos este tramo con precaución pero caminando ligeros, puesto que queremos reducir los riesgos al máximo posible.





Tras otro de ascenso, por fin asoma el asentamiento de Gorakshep (4,86 km; 3 horas y 25 minutos; 5167 m). Se encuentra en una pequeña planicie, resto de un antiguo lago glaciar, rodeado de sus antiguas morrenas laterales. A pesar de lo remoto del enclave, aproximadamente una docena de edificaciones, grandes y confortables, nos dan la bienvenida. El entorno es, sin duda, fascinante.
Buscamos nuestro alojamiento, el Everest Inn, y dejamos nuestras grandes y pesadas mochilas en la habitación. Comemos algo rápido, tomamos un poco de agua y preparamos nuestras mochilas pequeñas, con únicamente lo imprescindible (ropa de abrigo, agua, algo de comida…) para continuar la etapa.


Ya con menos carga, lo cual agradecemos, atravesamos la pequeña planicie de Gorakshep en dirección norte, llaneando por un suelo arenoso, agradable y un tanto extraño. Nos fijamos en la cara oeste del Nuptse, vertical y repleta de grandes masas de hielo, en frágil equilibrio colgando de sus paredes.


Caminamos por un terreno caótico de rocas, con tendencia ascendente pero sin comportar mayor dificultad que la altitud a la que nos movemos. Continúa el día soleado, pero a estas altitudes la temperatura es relativamente baja.
Seguimos bordeando el inmenso Glaciar del Khumbu, de superficie arenosa e irregular, en la que asoman de vez en cuando gigantescos bloques de hielo y pequeñas masas de agua líquida. Todo es a lo grande en estos parajes, mucho más grande de lo que nos parecía de lejos.



Pronto llegamos a un punto en el que, por fin, asoma la cima del Everest (8848 m). Está ahí mismo, prácticamente al alcance de la mano. Eso sí, unos tres mil setecientos metros más arriba, claro está. Pequeña parada para la foto obligatoria.


Superamos un nuevo repecho, desde el cual ya divisamos la zona donde se suelen instalar las tiendas del Campo base del Everest. Tras él, apenas nos queda descender por una senda bien marcada, sin complicación e internarnos ya en pleno glaciar.
El camino no tiene pérdida, pero conviene respetar su traza puesto que rodeamos algunos grandes bloques erráticos de piedra y profundas grietas en el glaciar, con su consiguiente peligro. Aunque estamos disfrutando, como nunca, de la montaña, no podemos olvidar que esta siempre conlleva ciertos riesgo que no hay que menospreciar.





Finalmente, alcanzamos la gran roca que nos indica que llegamos al Campo base del Everest (desde Gorakshep 2,96 km; 1 hora y 35 minutos; 5250 metros de altitud). Una potente sensación nos embriaga, un nudo se apodera de nuestras gargantas y una tímida lágrima pretende recorrer nuestras mejillas. El esfuerzo hasta aquí ha sido grande, y lograr este anhelado objetivo nos provoca una inmensa alegría. Recordamos, por un momento, toda la ruta realizada hasta aquí, con los momentos buenos y los más duros. Recordamos los preparativos para esta aventura. Recordamos nuestros orígenes y a nuestros seres queridos. Pisar estas tierras es un sueño por fin cumplido y la emoción nos invade. Primeros minutos de silencio, con la piel de gallina.
Decenas de personas se encuentran en este punto, tomando fotografías y contemplando el inenarrable paisaje. Aunque la gran roca indica 5364m de altitud, esta cifra probablemente se refiera al punto en el que se instalan (o instalaron) las tiendas del campo base en sí; la roca, a cierta distancia de dicho punto, se encuentra realmente a 5250 metros de altitud.

A la izquierda de dicha roca comprobamos que se forma una pequeña y ordenada fila, en la que los montañeros aguardan su turno para ascenderla y poder tomar su fotografía de recuerdo. No somos menos, y esperamos unos pocos minutos para inmortalizar este momento. ¡Objetivo cumplido!

Tras la foto estamos un largo rato por la zona. Divisamos la negruzca pirámide del Everest, azotada por los vientos. También los grandiosos bloques de hielo, del tamaño de edificios de varias plantas, que se deslizan a una velocidad apenas perceptible valle abajo. A nuestra izquierda se alza también el Pumori, majestuoso.
Nos cuesta asumir estos momentos, esta experiencia vital. Nos tomamos fotografías el uno al otro; pedimos a algún amable montañero que nos retrate alguna vez más. Apenas nos salen las palabras, vorágine de sensaciones. Optamos, también, por separarnos unos metros y disfrutar de todo esto en soledad, introspectivamente. El esfuerzo ha merecido la pena, sin duda.






Con una imborrable sonrisa, de oreja a oreja, decidimos que es la hora de regresar. Algunas nubes parecen intentar remontar el largo valle, oímos un pequeño desprendimiento de hielo proveniente del Nuptse.
El camino de vuelta es cómodo y lo realizamos a ritmo tranquilo, disfrutando de cada paso.


Llegamos de nuevo a Gorakshep y nos sentamos en la zona común a descansar. Ha sido un día largo y repleto de emociones; ahora sí las palabras nos desbordan y conversamos animadamente mientras degustamos un merecido té.
Cenamos y nos vamos a dormir, con otro sueño montañero en nuestra mochila.

Pero la aventura continúa, y mañana viviremos otra grandísima experiencia. Aunque eso, ya sabes…¡lo contaremos en la próxima entrada del blog!
