
Se rompe el silencio del mismo modo que se quiebra la imagen especular (que también espectacular) y cristalina de la gran masa de agua reflejando los cálidos colores de un atardecer más en el Myanmar central. Un pescador, en un sutil y trabajado equilibrio, maneja hábilmente el remo ayudándose de su pierna izquierda. En su barcaza se acumulan, a partes iguales, vetustas redes y los peces que conformarán el sustento de su familia en los próximos días.
3 de diciembre de 2018, Lago Inle, seis y cuarto de la tarde. El tiempo parece haberse detenido y nosotros somos testigos excepcionales de un acompasado baile en el que ser humano y naturaleza se funden en uno. Pequeños instantes que se tornan eternos en la memoria.

Dejando atrás lo poético, el Lago Inle es un gran lago (el segundo más grande de Myanmar) situado en el centro del país. A pesar de su enorme extensión, unos 116 kilómetros cuadrados, se trata de un lago poco profundo, con una profundidad media de 2,1 metros en temporada seca y unos 3,6 metros en temporada de lluvias (su profundidad máxima en temporada seca apenas alcanza los 3,7 metros).
En las proximidades del Lago Inle se asientan decenas de poblaciones, cuyas casas de madera y bambú emergen sobre sus aguas. La principal localidad es Nyaungshwe, situada unos 4 kilómetros al norte del lago, al cual se conecta por un canal. Dichas poblaciones están habitadas por ciudadanos de la etnia intha, aunque también se pueden encontrar shan, pa-O y taungyo, entre otros.
Estos pobladores encuentran en el fértil entorno del lago un hábitat ideal para su autosuficiencia y desarrollo. Así, además de la pesca, los jardines/huertos flotantes y los campos de arroz suponen el sustento de las familias de la zona. En los últimos años, además, ha florecido el turismo y, consecuentemente, los alojamientos, restaurantes y tiendas de productos de artesanía (destacando la plata).

El Lago Inle supone un enclave natural de primer orden; no en vano, fue el primer lugar de Myanmar en ser incluido en la Red de Reservas de la Biosfera de la UNESCO. Además, desde 2018, figura bajo la protección de la Convención de Ramsar para la protección de humedales. En sus aguas existe un buen número de especies endémicas, entre las que destacan tres especies de peces: Danio erythromicon, Sawbwa resplendens y Devario auropurpureus.
Sin embargo, el frágil ecosistema del Lago Inle se está viendo amenazado en los últimos años debido al marcado aumento de la población en la zona, el uso de pesticidas y fertilizantes y la deforestación, entre otros.
Mantener lo menos alterado posible un enclave tan hermoso y auténtico a la vez que se produce un notable desarrollo de sus poblaciones y habitantes supone un enorme reto para las autoridades birmanas.
Nosotros tuvimos la oportunidad de visitarlo en diciembre de 2018, y nos pareció un lugar fascinante. ¿Nos acompañas a conocerlo un poco más?

Índice de contenidos
¿Cómo llegar al Lago Inle?
Existen varias maneras de llegar a la zona del Lago Inle aunque, sin lugar a dudas, a la hora de realizar un viaje “estilo mochilero” casi seguro que se hará realizando el trekking de 3 días que viene desde Kalaw. Vamos a detallar un poco todas las opciones:
– Trekking del Lago Inle: la ruta senderista más popular de Myanmar, que recorre los 55 – 60 kilómetros que separan la localidad de Kalaw del Lago Inle, atravesando el corazón rural de Myanmar. La opción más auténtica y aventurera, que nosotros recomendamos.
– Autobús: el medio de transporte preferido por los locales, también usado por quienes viajan por libre. Existen autobuses desde Yangon (unas 12 horas), desde Mandalay (7 u 8 horas) y Bagan (unas 8 o 9 horas). Los precios son relativamente baratos, aunque el medio de transporte no es el más cómodo; algunos hacen ruta nocturna. Todos ellos llegan a la ciudad de Nyaung Shwe.

– Avión: hay un aeropuerto regional en la ciudad de Heho, a una hora del lago. Hay conexiones con Yangon y Mandalay, con precios que suelen oscilar entre los 70 y los 100 euros. El taxi desde el aeropuerto de Heho al Lago Inle puede rondar los 25000 MMK (unos 16 €).
– Tren: aunque el tren no es un medio de transporte muy utilizado por los viajeros en Myanmar, hay una estación de tren en Shwe Nyaung, no demasiado lejos de Nyaung Shwe. Los precios de los billetes (desde Yangon o Kalaw) son tan baratos como largos los viajes.
– Furgoneta privada: se pueden negociar en Kalaw; el precio es elevado, pero se llega rápido y de manera cómoda.
Lleguemos como lleguemos tendremos que pagar los 12500 MMK (poco más de 8 euros) de entrada a la zona del lago.
¿Dónde alojarse en el Lago Inle?
La localidad principal del lago es Nyaung Shwe, donde proliferan (cada vez más) los alojamientos de todo tipo, desde alojamientos sencillos para presupuestos ajustados a hoteles con todo lujo de detalles. No obstante, en la periferia de todo el lago hay también alojamientos variados, incluidos resorts de gama alta.
Para nosotros la opción ideal es alojarse en un establecimiento regentado por una familia local, puesto que consideramos que es la mejor manera para conocer la vida real en la zona, lo más sostenible y, además, nos permite tener un trato muy cercano y familiar con los lugareños. Eso sí, conviene tener en cuenta que los precios en la zona del Lago Inle son más elevados que en otros rincones de Myanmar.

En nuestro caso optamos por el Innthar Lodge Home Stay, dado que tenía unas críticas inmejorables en internet. Sabíamos que lo regentaba una amable familia, y no tenemos palabras para describir lo buena que fue nuestra estancia. Se encuentra en la zona suroeste del lago, en unas preciosas cabañas sobre sus aguas. Las cenas que nos prepararon fueron las mejores de Myanmar, sin un ápice de duda.

¿Qué ver en el Lago Inle y alrededores?
Evidentemente, el plato fuerte de la visita es recorrer el lago en una pequeña barca de cola larga. Quizá el ruidoso motor resta un punto de encanto a la visita, pero en los momentos precisos el barquero lo apaga para que podamos disfrutar del silencio y la magia del Lago Inle.
Un día completo en barca da para mucho, y podemos ver prácticamente todos los lugares de interés. Sin embargo, también merece la pena disfrutar y descansar en los encantadores alojamientos; se puede también hacer alguna ruta en bici o visitar alguna de las poblaciones de los alrededores. En los últimos años comienzan a proliferar otra serie de actividades, muy interesantes: clases de cocina shan, visita a unas bodegas, etc…
Es importante, si no se desea realizar paradas innecesarias en tiendas de artesanía y recuerdos, indicar al conductor de la barca que «no shopping«. Así, se dispondrá de más tiempo para las visitas importantes.

Los principales puntos que nadie debería perderse son los siguientes:
– Pagoda Phaung Daw Oo (en la localidad de Ywama): Ywama es una de las localidades típicas de la región del Lago Inle, célebre por su mercado flotante y por el Festival de la Pagoda Phaung Daw Oo, que se celebra en octubre y congrega a miles de personas. Dicha pagoda es uno de los lugares más sagrados del estado san; es de dimensiones espectaculares y en su interior alberga cinco figuras de Buda (cuya imagen ya es apenas reconocible debido a las miles de láminas de pan de oro que los lugareños han ido colocando sobre ellos).
– Inthein: quizá el lugar más evocador de la zona, merece la pena visitarlo con calma. Famoso por sus agrupaciones de antiguas pagodas, entre las que destacan Nyaung Oak (justo en la salida del pueblo) y Shwe Inn Thein Paya. Esta última, a la que se accede caminando por una larga escalera cubierta, contiene más de mil estupas de los siglos XVII y XVIII. Uno de los iconos del Lago Inle. La entrada a la pagoda es gratuita, aunque en ocasiones solicitan una pequeña tasa por tomar fotografías.

– Nampan y los jardines flotantes: una de las curiosidades del lago son sus jardines (aunque sería más correcto llamarlos huertos) flotantes. Los vegetales y flores cultivados allí son utilizados por los lugareños y, además, vendidos en mercados de toda la región.
– Nga Hpe Kyaung monastery (Monasterio del gato saltarín): se encuentra en la zona oeste del Lago Inle y debe su curioso nombre a que antiguamente los monjes entrenaban a los gatos que en él vivían para que saltaran a través de unos aros. En el momento actual es difícil ver alguno por allí. El monasterio destaca, no obstante, por su amplia sala central en la que es fácil observar monjes meditando.
– Pescadores del Lago Inle: en el Lago Inle los pescadores suelen remar de la manera tradicional, acompañando el remo con una de sus piernas mientras utilizan los brazos para mover grandes cestas. Es habitual que modernos “pescadores”, ataviados con pulcros y vistosos ropajes y cestas se acerquen a las barcas de turistas y realicen poses llamativas, para que estos puedan tomar fotografías. Lo que buscan, realmente, es pescar alguna propina. Sin embargo, es sencillo (hablando con el dueño de la barca que nos lleva) moverse a alguna zona en la que los pescadores reales estén faenando tranquilamente (aunque con menos “glamour”) y poder contemplarlos en acción.

– Mercado de los cinco días: se trata de un mercado ambulante que va variando entre diversas poblaciones del lago, en el que los habitantes de la región acuden a vender y comprar sus productos. Aunque quizá el más popular es el mercado flotante de Ywama, también es el más turístico; en otras localidades menos conocidas se puede encontrar lo más auténtico.
– Nyaungshwe: es la principal localidad de la zona del Lago Inle, donde se encuentran gran parte de los alojamientos y restaurantes. Aparte de la Yadana Man Aung Paya (una coqueta estupa dorada en el centro de la ciudad), no tiene mucho que ofrecer.
– Kakku: un hermosísimo bosque de estupas (se pueden contabilizar 2478 de ellas) situado a, aproximadamente, una hora y media en coche desde Nyaungshwe. Un bello ejemplo de la tradición y religiosidad de los habitantes pa-o de la zona, donde podemos contemplar estupas de varios siglos de antigüedad. Para nosotros una visita imprescindible. La entrada cuesta 3$.

Nuestra experiencia en el Lago Inle
Finalizamos la increíble experiencia del trekking que nos ha llevado desde Kalaw hasta orillas del inmenso Lago Inle.
Tras comer y despedirnos de nuestros compañeros de aventura, montamos en una ruidosa barca que nos acerca a un par de tiendas de artesanía y objetos de plata. Los visitamos brevemente pero, sinceramente, tenemos ganas de llegar a nuestro alojamiento.
Así, enseguida nos llevan al Innthar Lodge Home Stay, donde las amables dueñas nos reciben con un té y algo de fruta. Nos damos una merecidísima ducha y descansamos un buen rato. Cenamos en el propio alojamiento, donde nos ofrecen unos platos deliciosos (la mejor cena del viaje, sin duda). Tras ello nos vamos pronto a dormir.

…
Nos despertamos temprano y desayunamos abundante. En nuestro mismo alojamiento duermen tres jóvenes franceses, por lo que hablamos con ellos para compartir los gastos del barco que nos llevará por todo el lago en el día de hoy. Así, nosotros pagaremos 10000 MMK de los 25000 MMK que nos piden por el barco.
Salimos sobre las nueve de la mañana, y comenzamos a navegar entre las casas de madera que se yerguen sobre las aguas del lago. Los locales se hallan inmersos en sus quehaceres diarios, y salen con sus barcas hacia el mercado o los huertos flotantes.

Nuestra primera parada es en la localidad de Ywama. Allí se encuentra la pagoda Phaung Daw Oo, que destaca desde la lejanía por su gran tamaño. Nos descalzamos y entramos, respetuosamente, a contemplar su interior. En él destacan cinco figuras de Buda sobre las cuales los fervientes locales colocan láminas de pan de oro. Tras centenares (¿miles? ¿decenas de miles?) de capas de pan de oro las figuras de Buda se han convertido en unas masas amorfas que apenas recuerdan su forma original. Numerosas familias visitan la pagoda, mezcladas con un pequeño puñado de turistas.


A la salida de la pagoda encontramos un mercado bastante ajetreado, en el que se vende fruta, carne, pescado, ropa y todo tipo de utensilios. Como ocurre siempre, no podemos evitar recorrerlo prestando atención a todos los detalles.

Regresamos a la barca y nos dirigimos a la localidad de Inthein, navegando por un canal estrecho rodeado de vegetación, muy bonito. Inthein tiene mucho ambiente, con gente lavando ropa en el canal, comerciantes en pequeños puestos, mujeres cargadas con telas artesanales y niños correteando de aquí para allá.
En primer lugar visitamos las estupas de Nyaung Oak. Se trata de unas estupas antiguas, bastante deterioradas y, en ocasiones, semiocultas por la vegetación. Resulta interesante echarles un vistazo.


Pero la joya de Inthein se encuentra más arriba, en la parte alta de una colina a la cual accedemos por unas larguísimas escaleras cubiertas y repletas de tiendas de recuerdos. Se trata de Shwe Inn Thein Paya, cuyo interior no nos llama demasiado la atención. No obstante, resulta imprescindible moverse un poco por sus alrededores para maravillarse ante la ingente cantidad de estupas doradas, blancas y grises, que emergen hacia el cielo cual árboles en un bosque. Se trata de uno de los lugares más espectaculares de nuestro viaje a Myanmar. Nuestra cámara echa humo.


Una vez visitada la zona, regresamos a la parte baja del pueblo, donde nos paramos a contemplar la vida diaria de los habitantes de la localidad, mientras comemos un par de samosas.

Reanudamos la ruta. Vamos ahora a los jardines flotantes. Se trata de estructuras de gran tamaño creadas por plantas sobre las cuales los lugareños cultivan tomates y otras hortalizas, así como flores de todo tipo. Los agricultores se mueven por sus peculiares huertos con barca, en silencio. Muy curioso.

Cerca de allí se encuentra el Nga Hpe Kyaung monastery (Monasterio del gato saltarín), donde antaño los monjes entrenaban a los gatos para que saltaran a través de unos aros. Dicha práctica ya no se lleva a cabo, por lo que el monasterio ha perdido gran parte de su encanto. Su interior no es nada llamativo, aunque las vistas que ofrece del lago y los jardines flotantes están muy (pero que muy) bien.

La última parada del día es para ver a los pescadores del Lago Inle, los cuales lo han hecho famoso a nivel mundial. Acordamos con el conductor de la barca que no queremos ver a los “pescadores” disfrazados para que les tomemos fotografías, que queremos ver a los pescadores auténticos, realizando su labor. No obstante, alguno de ellos se acerca con su ropa impoluta y su llamativa cesta de gran tamaño. Vemos como realiza poses acrobáticas ante la cámara de otros viajeros, sin la mínima intención de pescar un solo pez. Pensamos, por un lado, que se ha perdido toda la autenticidad. Entendemos, por otro, que quizá para la gente de allí sea la manera de tener una mejor calidad de vida. Sentimientos contradictorios, como en otras ocasiones cuando viajamos.

Nos alejamos de allí hasta una zona en la que, por fin, vemos a pescadores en plena faena. Con ropa normal y corriente y redes antiguas, probablemente con mil remiendos, prueban fortuna en la búsqueda de peces. Efectivamente, se ayudan de una de sus piernas para remar, de manera que tienen las manos libres para lanzar o recoger las redes.
La silueta de los pescadores se recorta contra las luces del atardecer, en medio de un lago que actúa cual espejo y crea un juego de luces espectacular. Difícil fotografiarlo, eso sí, puesto que desde una barca pequeña los vaivenes del agua se notan mucho más.


Con las últimas luces del día regresamos al hotel y, tras otra buena cena, nos vamos a dormir.
…
Nos despertamos sobre las siete de la mañana y, remoloneando, vamos a desayunar. Huevos fritos, noodles, arroz, judías, leche de coco y fruta. Un desayuno completo y delicioso, como toda la comida en nuestro hotel. ¡Qué pena despedirnos!
A las ocho y media nos vienen a buscar, en barca, por supuesto. Nos despedimos, abrazo sincero incluido, de la familia y nos dirigimos a la localidad de Nyaungshwe.

Allí nos recibe el conductor que nos va a llevar a Kakku.
Tomamos rumbo sur y, posteriormente, noreste, por una zona rural en la que las mujeres de la etnia pa-o trabajan en el campo, vestidas con su ropaje tradicional. La carretera es mala, y alterna tramos de pista con otros asfaltados, pero muy revirados. Tardamos hora y media en recorrer unos 60 kilómetros.
Nos bajamos del coche en el gigantesco aparcamiento desde el que tenemos una vista panorámica del inmenso bosque de estupas, 2478 exactamente, que forma el recinto.

Pagamos 3$ de entrada y comenzamos a caminar por el pasillo principal. Nos dirigimos, en primer lugar, a la pagoda central, para después pasear sin rumbo por otros pasillos secundarios.

Los rincones fotogénicos son muchos, aunque el punto más reconocible se encuentra a la derecha de la entrada. Allí un pequeño depósito de agua sirve como espejo donde se reflejan las estupas, conformando una bella estampa.
La visita, con calma e incluyendo varias fotos con lugareños que están de visita por allí, nos lleva unas dos horas.

Tras ello tomamos el coche de rumbo a Nyaungshwe, donde tomaremos un autobús hacia Hpa An. Pero eso, ya sabes…¡lo contaremos en la próxima entrada del blog!
